jueves, 24 de noviembre de 2011

Policial a la Católica.



     Cuando el gran Edgar Allan Poe escribió su famoso cuento Los Crímenes de la Rue Morgue allá por la primera mitad del siglo XIX, no tenia idea de que con ello estaba dando origen a un nuevo género literario (tan popular hoy en día): el relato policial.  Por otra parte, en la figura de su protagonista Auguste Dupin también creó al prototipo del héroe detectivesco.  Es así como desde Poe en adelante y pasando por cada uno de los cultores de este género, el relato policial se encargó de mostrar un misterio (no necesariamente un hecho de sangre como un asesinato) y en el cual un personaje de gran inteligencia se dedica a resolverlo gracias al análisis de las pistas y al uso de su propia capacidad intelectual para unir los cabos sueltos.  De este modo, sería un inglés, Sir Arthur Conan Doyle, quien llevaría el género policial a su máxima expresión y/o consagración, bajo la figura del no menos célebre Sherlock Holmes.
    Es así como a principios del siglo XX aparecería un particular personaje que si bien sería fruto de la admiración de su autor hacia la obra de Conan Doyle, se transformaría en la contrapartida del famoso detective inglés.  Me estoy refiriendo al Padre Brown, un especial sacerdote que muchas veces sin proponérselo, si no que por pura casualidad, se ve enfrentado a extraños incidentes en los cuales gracias a su ingenio y talento logra desentrañarlos.  Gilbert Keith Chesterton es quien dentro de su extensa y variada obra creó a este personaje que ha logrado el elogio de personajes tales como C. S. Lewis, Borges y otros destacados escritores e intelectuales.  Chesterton llegó a escribir alrededor de 52 cuentos con el Padre Brown como protagonista, siendo tres de ellos inéditos y editados fuera de la colección original correspondiente a los cinco libros que en vida logró publicar su autor dedicado al curita detective.   En cuanto a la idea de “contrapartida de Sherlock Holmes” a la que arriba hago mención, esta noción corresponde tanto a la propia personalidad del Padre Brown, como a sus intenciones para desbaratar entuertos y a las connotaciones ideológicas de Chesterton a la hora de escribir sus relatos.  De este modo para entender mejor lo que quiero decir, haré una pequeña reseña sobre quién fue C. K. Chesterton.
    Chesterton (1864- 1936) fue uno de esos escritores ingleses que destacó desde temprano por su sapiencia, como por su gran interés intelectual.  Si bien en un principio manifestaba su pensamiento de carácter agnóstico, nunca dejó de expresar su interés y simpatía por el cristianismo, los mecanismos de la fe y la religión católica en especial (y mucho antes, también pasó por una etapa ocultista, participando de las sesiones espiritistas que tan en boga estuvieron por esos años).  De este modo desde antes de abrazar el catolicismo como creencia religiosa cerca de los cuarenta años, ya antes había escrito sobre temas de esta índole, de modo que gran parte de su quehacer estuvo dedicado a numerosos textos al respecto, siendo uno de los más famosos Ortodoxia.  También se dedicó bastante a la poesía y al periodismo, como además logró notoriedad por sus dedicadas biografías entre las que se encuentran las que hizo sobre Charles Dickens y su amigo George Bernard Shaw.  También son de su autoría numerosas novelas y cuentos de suspenso, en las que el humor, la simbología y referencias religiosas son comunes, tal como con El Hombre que fue Viernes y El Club de los Negocios Raros.  Sin embargo fue con sus cuentos sobre el Padre Brown que sería recordado por un público mayor, al crear un personaje que luego tendría más de una adaptación al cine, destacando la que estuvo a cargo del mismo Sir Alec Guinnes, quien incluso influenciado por su papel y la lectura misma de los textos originales de Chesterton, también se haría católico.  En televisión tuvo su propia serie este sacerdote detective en 1974, gracias a los mismos ingleses.
Caricatura de Gilbert Keith Chesterton.
    Y ahora refiriéndome más específicamente al Padre Brown y a su ciclo de cuentos policiales, ya desde el primer cuento, La Cruz Azul, su autor define con claridad al personaje, tanto en su aspecto físico, como en su personalidad y motivaciones; por otro lado es en este ya clásico cuento que Chesterton establece la diferenciación entre su versión del detective eclesiástico con el modelo más “profesional” que corresponde al Sherlock Holmes de Doyle.  Esta oposición entre uno y otro parte ya al comienzo del cuento, puesto que el primer personaje que hace aparecer Chesterton no es al Padre Brown, quien poco a poco se irá “dibujando” en la trama a través de la descripción de terceros, hasta su presentación casi en el clímax del relato.  Es así como el narrador parte mostrándonos a un severo y eficaz investigador francés, Valentin, a quien se le describe como a una fusión entre Holmes y el Dupin de Poe:

     “No; nada en él era extraordinario, salvo el ligero contraste entre su alegre y festivo traje y la seriedad oficial que había en su rostro. Vestía un chaqué gris pálido, un chaleco, y llevaba sombrero de paja con una cinta casi azul. Su rostro, delgado, resultaba trigueño, y se prolongaba en una barba negra y corta que le daba un aire español y hacía echar de menos la gorguera isabelina. Fumaba un cigarrillo con parsimonia de hombre desocupado. Nada hacia presumir que aquel chaqué claro ocultaba una pistola cargada, que en aquel chaleco blanco iba una tarjeta de policía, que aquel sombrero de paja encubría una de las cabezas más potentes de Europa. Porque aquel hombre era nada menos que Valentin, jefe de la Policía parisiense, y el más famoso investigador del mundo”.

   De este modo, el aspecto sobrio, orgulloso y flemático de Valentín, resultará ser la oposición al de un Padre Brown que si bien comparte con él la imagen “ordinaria”, resulta ser la de un humilde hombrecito, rechoncho, bajito, con lentes y que acostumbra llevar un paraguas consigo, siendo además depositario de todas las virtudes que uno esperaría de un pastor de hombres:

    “Al examinar, pues, al último viajero, Valentin renunció a descubrir a su hombre, y casi se echó a reír: el curita era la esencia misma de aquellos insulsos habitantes de la zona oriental; tenía una cara redonda y roma, como pudín de Norfolk; unos ojos tan vacíos como el mar del Norte, y traía varios paquetitos de papel de estraza que no acertaba a juntar. Sin duda el Congreso Eucarístico había sacado de su estancamiento local a muchas criaturas semejantes, tan ciegas e ineptas como topos desenterrados. Valentin era un escéptico del más severo estilo francés, y no sentía amor por el sacerdocio. Pero sí podía sentir compasión, y aquel triste cura bien podía provocar lástima en cualquier alma. Llevaba una sombrilla enorme, usada ya, que a cada rato se le caía. Al parecer, no podía distinguir entre los dos extremos de su billete cuál era el de ida y cuál el de vuelta”.

    Y lo anterior corresponde a la imagen que se hace el mismo Valentin del padre Brown, visión poco favorable en una primera instancia, que se harán muchos otros personajes a lo largo de los cuentos dedicados a este sacerdote.  Sin embargo es en este aspecto casi idiota, manso y completamente sencillo, que se esconde una mente privilegiada, capaz de vislumbrar lo oculto de los hechos y del corazón humano, poder ver la verdad de las cosas.  Pero esta calidad visionaria del Padre Brown, no radica en el uso del método deductivo y científico de pistas a la manera de muchos otros personajes del género, si no en la atenta observación de los sospechosos, su conducta y el medio que lo rodea.  Es así como luego el propio Padre Brown le explicará al final del cuento al ladrón, Flambeau, quien más adelante se convertirá en su inseparable mejor amigo, la razón de que haya sido él quien haya descubierto sus verdaderas intenciones:

    “¿No se le ha ocurrido a usted pensar que un hombre que casi no hace más que oír los pecados de los demás no puede menos de ser un poco entendido en la materia?”.

    No obstante los motivos del Padre Brown para resolver los casos que se le presentan, para nada corresponden a la de hacer valer la idea de una “justicia humana”, la que corresponda a perseguir, enjuiciar y castigar a los criminales.   Cabe recordar que en la mayoría de los hechos en los que le ocurre intervenir, es la casualidad la que lo lleva a participar de estos; por otro lado, tal como al Dupin de Poe, el Padre Brown disfruta del mero hecho de hacer uso de sus habilidades intelectuales para descubrir la verdad;  pero  a su vez como hombre religioso que es, sabe muy bien que “La verdad los hará libres”…Y es ante esta revelación de la verdad, que el sacerdote busca frente a la mente criminal su arrepentimiento, conversión y salvación en la Tierra, como en el Cielo.  Por lo tanto el Padre Brown nunca recrimina a quienes descubre en medio de sus fechorías, al contrario, los invita a dejar la senda del mal y muchas veces lo logra.  Todo esto Chesterton lo logra en sus escritos no a manera de discurso panfletario y proselitista, si no que lo hace con una naturalidad tal, que le da un carácter evangelizador a su héroe.   Tal como Cristo, el Padre Brown no condena al pecador, pero sí lo estimula a cambiar e incluso le da consuelo, lo que se muestra muy bien en la siguiente cita del cuento El Martillo de Dios (excelente elección para titular un cuento como éste y más a la hora del simbolismo que representa esta idea ante los hechos que se describen en él):

    “El próximo paso es usted quien tiene que darlo; yo no doy más pasos: yo sello esto con el sello de la confesión. Si me pregunta usted por qué, me sobran razones, y sólo una le importa a usted. Dejo a usted en libertad de obrar, porque no está usted aún muy corrompido, como suelen estarlo los asesinos. Usted no quiso contribuir a la acusación del herrero, cuando era la cosa más fácil, ni a la de su mujer, que tampoco era difícil. Usted trató de echar la culpa al idiota, sabiendo que no se le podía castigar. Y ese solo hecho es un vislumbre de salvación, y el encontrar tales vislumbres en los asesinos lo tengo yo por oficio propio. Y ahora, baje usted al pueblo, y haga usted lo que quiera, que está usted tan libre como el viento. Porque yo ya he dicho mi última palabra”.

    Y siguiendo la idea de la verdad como luz que ilumina la incertidumbre del crimen (pecado), es por medio de esta búsqueda de la verdad que la paz logra volver luego de que el caso ha sido resuelto y el criminal se decide a aceptar su error.  No obstante, no todos quienes inflingen la ley en los cuentos del Padre Brown se atreven a reconocer su culpa y con ello lograr la salvación.  Por otro lado, cabe tener presente que muchos de los casos a lo que se ve expuesto el protagonista, necesariamente no versan sobre actos de injusticia, puesto que muchas veces la verdad que logra dilucidar el Padre Brown corresponde al conocimiento de lo que se oculta tras un misterio mucho menos terrible (como una engañosa muerte, la identidad de un supuesto héroe nacional y el aparente secreto horroroso de un noble, entre otros).
    Como autor católico, Chesterton vela por abordar los temas del libre albedrío, la culpa, el arrepentimiento y la posterior redención de los personajes luego de un acto de contrición.  Estas etapas tan caras a la literatura cristiana y en particular católica, son representadas en una primera instancia bajo la figura del primer ladrón del que nos hace mención el narrador, ya desde el mencionado cuento de La Cruz Azul.  Me estoy refiriendo al personaje de Flambeau, quien en todo caso desde las iniciales líneas de la historia es descrito con simpatía, como un hombre brillante y de buen humor, no violento y más bien como un aventurero con el que el autor sigue el patrón del ladrón casi heroico y no necesariamente malvado.  El Padre Brown se encontrará con este sujeto en más de una ocasión, las que serán narradas a lo largo de varios cuentos, hasta que el ingenioso delincuente asume sus culpas y opta por redimirse: es más, se hace investigador privado y se convierte en el mejor amigo de quien logró su conversión; es así que ya en muchos de los cuentos posteriores el mismo Flambeau compartirá protagonismo con el Padre Brown al más puro estilo Holmes-Watson.
    Otro recurso que usa Chesterton para darle mayor interés a la narración, es otorgarle a la atmósfera un aspecto de carácter sobrenatural y en medio del suspenso creado por el misterio que se debe resolver.  Al final este elemento supuestamente ominoso, resulta ser sólo un engaño más, con lo que se acentúa la ambigüedad moral provocada por la falta de veracidad que causa el crimen cometido, la mentira, la presencia ante un mal que no es otra cosa que el gozo humano ante la perversidad, o la pura falta de conocimiento real de lo que sucede.  Esto se puede observar claramente en cuentos como Los Pecados del Príncipe Saradine y El Ojo de Apolo, tal como se puede ver en el siguiente fragmento del primer cuento mencionado:

    “Porque, en efecto, el príncipe Saradine, con toda su dignidad de hombre de mundo, irradiaba hacia sus observadores, y especialmente si eran tan sensibles como el sacerdote, una atmósfera de inquietud y hasta de algo sospechoso.. Su cara era pulcra, pero su mirada era salvaje; padecía ciertos tics nerviosos, como de hombre aficionado a la bebida o las drogas, y ni tenía ni se preciaba de tener la mano sobre el timón de los asuntos domésticos. Éstos quedaban confiados a los dos antiguos servidores, y sobre todo al mayordomo, que era sencillamente la columna central de la casa. Mr. Paul, en efecto, era, más que un mayordomo, un senescal o chambelán; comía aparte, pero casi con tanta pompa como el amo; era temido de los criados, y consultaba todo con el Príncipe, con mucho respeto, pero no con humildad, como si fuera el procurador del príncipe.
            La oscura ama era, a su lado, una sombra; y, en verdad, pareció borrarse como si fuera tan sólo la servidora del criado principal; de suerte que el padre Brown no volvió ya a oír aquellos cuchicheos volcánicos sobre los chantajes del hermano menor al mayor. Por lo demás, aunque no era enteramente seguro que el príncipe hubiera sido robado por el ausente capitán mediante el procedimiento del chantaje, lo cierto es que ello parecía muy probable, por aquella cosa equívoca, aquella cosa sospechosa que había en la presencia de Saradine.
            Cuando volvieron al largo salón de las ventanas y los espejos, la luz amarilla de la tarde reverberaba en el agua y las riberas llenas de mimbres; a lo lejos se oyó el zumbido de un alcaraván como el del tamborcillo diminuto de un elfo. Y otra vez por la mente del sacerdote, como una nubecilla turbia, voló el sentimiento singular de que aquél era un sitio funesto, triste, embrujado”.

    Tal como las líneas de arriba lo señalan, la presencia del mal logra provocar este efecto de “contaminación de la realidad” y donde la enfermedad moral que provoca el pecado logra manifestarse más allá del corazón humano, reflejándose en el aspecto exterior de la persona y en lo que lo rodea.  Tal como en el Romanticismo y en muchas obras de terror, el mal, que aquí es algo terrenal y no corresponde al mundo del Más Allá, va en concordancia entre el estado de ánimo de los personajes y el ambiente que los circunda.
    Por último, queda claro que al leer las aventuras del Padre Brown de C. K. Chesterton, el lector se aventura a leer una obra policial atípica, pese a seguir con muchos de los cánones del género; a su vez uno está frente al trabajo de uno de los grandes artistas e intelectuales que han honrado la fe católica con sus escritos, siendo incluso capaz de tratar sus concepciones en textos que muy bien pueden amalgamar la entretención con la reflexión y los principios de la fe.


lunes, 14 de noviembre de 2011

Cuando la violencia nos alcanza




    Películas sobre gente maltratando a gente por el puro placer de someter a otros al poder de uno mismo, hay muchas y el listado que podría dar sería muy largo; filmes en los cuales personas sin escrúpulos gozan al ser victimarios de inocentes y a los cuales obligan a convertirse en objetos que violan y torturan muchas veces de la forma más gráfica ante el espectador (siendo una excepción la saga “gore” de Saw, que a mi parecer resulta ser bastante inteligente y donde el psicópata, Jigsaw, tiene un fin “moralizante” para con sus presas, de modo que pretende dejarles una lección, por lo que si sobreviven a sus juegos mortales, serán mejores personas de lo que fueron antes).  Y cuando hablo de violencia, sangre, acosados y acosadores, no me estoy refiriendo a historias de vampiros, hombres lobos, ni de alienígenas, si no a producciones que retratan una realidad que la vemos en las noticias y leemos en el diario (o Internet); es un dolor físico retratado por el arte del cine y que para muchos forma parte de su triste historia personal y para pueblos como el mío, Chile, que no hace mucho vivió los espantos de la dictadura de Pinochet, son parte de su patrimonio histórico (y en este sentido recomiendo una valiente película de horror argentina, Sudor Frío, donde aplaudo los cojones de nuestros vecinos, al abordar dentro de esta temática la violencia de la dictadura y de sus torturadores).  Razones para hacer y ver estas películas hay muchas, y un espectador adulto y culto debe separar la paja del grano, si desea ver realmente una que otra joyita entre tanta brutalidad gratuita que hay por ahí.  Es así como una llamada película de “terror psicológico” o “psicotriller” bien puede transformarse en un medio no sólo para entretener e inundar la retina de imágenes crudas de pavor realista: también puede ser un recurso artístico para llevarnos a la reflexión acerca de qué está sucediendo hoy en día con nosotros, cómo la violencia se hace parte del día a día y la manera de cómo reaccionamos antes tanta malicia y crueldad.  No tiene que haber una guerra para que este mal lo vivamos como protagonistas, pues como muy bien sabemos, puede haber gente dentro de nuestra misma comunidad, incluso con quien compartimos, que en secreto disfruta dañando física, moral y psicológicamente a otros.  Es así como dentro de este tipo de cine, se encuentra una película que hoy deseo presentárselas, si es  que ya no la han visto, y si ya han tenido el “gusto” de verla, llevarlos a meditar acerca de sus numerosas virtudes; eso sí, no es una película para espíritus demasiado sensibles a los vejámenes explícitos y de seguro más de alguna mujer (por razones que más adelante detallaré) fue incapaz de terminar de verla o el filme le habrá provocado más de una angustia (y en esto, las entiendo perfectamente).
    La película en cuestión es Escupiré sobre tu tumba, un filme de este año y que es el remacke de otro de 1978, que también fue conocida como El día de la mujer, título que presenta menos preeminencia de una atmósfera ominosa, si bien atiende más a una ambigüedad que a medida de transcurrir la película se explica con claridad.  El filme trata sobre una bella y joven mujer, que se nota es una muchacha sofisticada de muy buena educación, quien se va a pasar un tiempo a una casa en el campo para pasar una temporada a solas y escribir allí una novela.  Es entonces que durante su estadía que en un principio es casi idílica, durante una noche, cuatro hombres entran a su casa de veraneo y allí la someten a numerosos vejámenes, incluyendo la violación.  La pobre víctima logra escapar, para luego volver a ser sometida a más ofensas, hasta que la dejan inconciente y esta vez a duras penas logra recorrer el bosque que circunda su cabaña; consigue dar con dos hombres y uno de ellos resulta ser el sheriff del lugar, quien la lleva hasta el lugar de los hechos para aclararlos, sin embargo para infortunio de la mujer, esto resulta peor para ella.  No quiero dar más detalles, de modo que quien no haya visto esta película y se aventure a verla, se lleve las mismas sorpresas que yo al contemplarla.  Pero sí puedo decir que tras otros infortunios, la protagonista logra zafarse de las bestias que la han sometido y se esfuma en circunstancias misteriosas que provocarán no sólo la rabia, si no también su miedo ante el hecho de que la verdad quede al descubierto.  Pasa sólo un mes desde el horrible incidente y entonces uno a uno de los hombres que cometieron el crimen, llega a pagar de una forma aún más horrenda sus salvajadas cometidas.  Es en este punto, previo al “ajusticiamiento” que les toca sufrir a los antiguos victimarios, que la realidad se retuerce y se produce la duda frente a lo que ahora está pasando: ¿Está viva en realidad la mujer de quien no volvieron a saber tras su desaparición? ¿Es el fantasma de la víctima quien los acosa ahora? ¿Hubo algún testigo misterioso de los hechos que ahora está haciendo su propia justicia? ¿O tal vez es uno de ellos mismos que en un arrebato de remordimiento enfermizo ha decidido expiar las culpas de todo el grupo?  Esta serie de interrogantes a medida que transcurren los ajustes de cuentas,  en la película tanto pueden llegar a justificarse como una manera de castigar a quienes de otra forma habrían salido impunes, como también pueden provocar rechazo debido a su misma crueldad.  Como católico que soy estoy en contra de la pena muerte, puesto que creo con firmeza que toda vida es valiosa y que no nos corresponde creernos dueños de la vida de los demás, sin embargo filmes como estos son tan inteligentes que logran crear empatía del espectador hacia este tipo de justicia primitiva (y los gringos son los primeros a la hora de argumentar a la hora de favorecer a sus fuerzas del orden, si no basta con recordar una serie tan popular como lo es 24, y de la que me declaro fiel admirador, donde sin duda los actos de su protagonista, Jack Bauer un agente antiterrorista, se justifican plenamente llegando al extremo de torturar y matar a enemigos de USA para salvaguardar el bien del pueblo).  Existen otras películas de “horror humano” que terminan con el castigo aún más espantoso, para los victimarios y en esto, cualquiera de las dos versiones de la película La Última Casa a la Izquierda son un gran ejemplo: los sobrevivientes se vengan y cuesta no aplaudir su vendetta sangrienta.
    Otros aspectos a la hora de evaluar el filme aquí comentado, es el del crudo realismo con el que se retrata en él la violencia a la que se ve sometida el personaje femenino, abarcando gran parte del metraje del filme las escenas de violación; todo lo anterior está de tal modo que pese a la dureza de las escenas, los autores también se permiten insinuar el acto físico de la violación con cada uno de sus grados de humillación (y es esta autocensura “retórica” la que llega a hacer más espeluznante el sufrimiento de la víctima, tal como cualquiera de las dos versiones de Funny Games, y donde el horror de la monstruosidad humana ocurre fuera de cámara, salvo en el clímax,  y aún así se logra una angustia tremenda).  Es aquí que el trabajo de la debutante Sarah Butler,  logra crear un personaje que simboliza a tantas mujeres que han sufrido en carne propia un crimen tan atroz y nefasto como lo es la violación (acto repudiable y atroz, que sólo se puede equiparar en su calidad de crimen cobarde, con el de la tortura y el aborto).  Primero se le ve como a una mujer que inspira seguridad, una mujer exitosa, inteligente…luego la Butler demuestra el coraje suficiente como para darle credibilidad a su personaje en momentos que pocas actrices se habrían atrevido a interpretar (bueno, salvo la gran Jodie Foster en Acusadas).  Pero también cabe destacar el trabajo actoral por parte de cada uno de quienes interpretan a los malvados, permitiendo mostrar cada una de las sutilezas de su depravación, para luego, cuando la realidad se vuelque, mostrarse tan frágiles y temerosos como cualquier otro ser humano frente al peligro y lo desconocido.
    Como el filme transcurre fuera de la ciudad y en un ambiente campestre, los paisajes de gran belleza natural se muestran con una fotografía más que eficiente.  Estos parajes preciosos se aprecian tanto en los pocos momentos de grata soledad que logra tener Jennifer Hills, la protagonista, como en los momentos más crudos de la película.  De este modo la naturaleza casi virgen que rodea a los tristes acontecimientos mostrados, le otorga la calidad de bestias en su hábitat natural a los criminales y donde la violación resulta ser lo que es: una muestra más de cuan animal podemos llegar a ser, si obviamos nuestra conciencia y el respeto por los otros; por lo tanto no solo la ciudad contaminada es semillero de maldad y podredumbre humana, si no que la vileza se haya en todas partes (y es aquí que esta idea mostrada acá, comporte las mismas premisas que un filme australiano que también invito a ver, llamado Wolf Creek y donde también el horror ocurre en medio de un escenario hermosísimo que pareciese o bien ser corrompido por lo siniestro o que fuese la fuente que llevara a nutrir al mundo de tanta maldad).
    La película en la que me detengo hoy bien puede ser interpretada como una apelación por una justicia que ignore los derechos humanos y abogue más por un “ojo por ojo”, una ley de la venganza como derecho del que ha sido mancillado.  Otras películas, y no de terror, ya habían versado sobre esto, tal como sucede con otro filme de Jodie Foster, The Brave One y Ojo por Ojo, con una también sólida Sally Field.  No obstante al final del filme, no hay un mensaje que deje con la sensación de que se ha ganado con la muerte atroz de los hombres que deshonraron a la pobre Jennifer.  Como dice el mismo Jesús en el Evangelio: “Quien a hierro mata, a hierro muere”, pues la violencia sólo trae más violencia y a la larga sólo nuestro códigos de moralidad son los que nos permiten romper con nuestros instintos y poder llamarnos con dignidad “seres humanos”.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Apología de la amistad en The Big-Bang Theory.

El grupo principal de amigos de esta serie, en una de sus entretenidas cenas.
De izquierda a derecha: Howard, Leonard, Penny, Sheldon y Raj.

    Al escribir este texto, tan sólo ayer me he terminado de ver en DVD la cuarta temporada de Big-Bang Theory, una de las pocas comedias gringas televisivas (sitcoms) que en mi vida adulta he seguido y con bastante entusiasmo (será esperar un año más a que la quinta temporada, que recién comenzaron a emitirla, salga a la venta o arriendo, puesto que no tengo cable, no pienso poner y tampoco me interesa bajarla de la Red).  Esta serie en más de una ocasión me ha identificado, como también le ha sucedido a tantas personas de mi círculo más cercano; es así como tras disfrutar de nuevo de las particulares vivencias de estos amigos, quisiera compartir con ustedes una que otra reflexión.
    Para aquellos que no conocen la serie y que quizás se puedan interesar leyendo estas líneas, la serie trata sobre un grupo de cuatro amigos adultos, todos varones solteros al comenzar la serie y que trabajan juntos en la misma universidad como científicos.  Los tipos resultan ser verdaderos “nerds”, “ñoños”, “freaks” o “frickys” (o como quiera llamárseles) y su única relación con las mujeres es con sus familiares y en sus fantasías.  Los personajes a los que me refiero, son Sheldon (el  más extravagante y entrañable de la serie) y Leonard, quienes comparten departamento y el resto son Howard, quien tiene una casi edipiana relación con su madre y con quien vive aún, y el emigrante indio Rajesh.  Cada uno de estos tiene su propia particularidad a la que haré mayor referencia más adelante, por cuanto sus individualidades tienen significancia a la hora de abordar el tema en especial que inspira este trabajo.
    En el primer capítulo, frente al departamento donde viven Sheldon y Leonard, llega una nueva vecina, quien resulta ser una más que atractiva rubia, que no sólo para Leonard, sino que también para Howard y Rajesh se convertirá en la nueva musa inspiradora de sus sueños románticos y húmedos (Sheldon Cooper resulta ser el único inmune a los encantos femeninos de Penny, más bien debido al carácter casi misógino de éste, que a una falta de interés en las mujeres).  Pese a lo que las probabilidades lo indican, Penny, la nueva vecina, entabla amistad con los cuatro solteros, llegando a consolidarse una fraternidad capaz de sortear cualquier diferencia casi irreconciliable entre todo este grupo,
    Y ahora a caracterizar a los cinco protagonistas de este exitoso show y a los que se agregarán durante la tercera y cuarta temporadas dos mujeres más:

  • Penny (hasta la cuarta temporada no se sabe su apellido): Joven aspirante a actriz que vivió antes en el campo y donde aprendió más de algún recurso de la vida cotidiana, que bien sus amigos intelectuales ignoran.  Mientras busca triunfar como actriz, trabaja de mesera en un restorán que es frecuentado por sus amigos.  Penny es bajita, como la mayoría del grupo, pero muy bien formada.  Pese a su apariencia frívola, es muy dulce y posee una capacidad de tolerancia (en especial con el de un individuo tan difícil como Sheldon) que la convierte en un personaje admirable.  Muy atractiva para un montón de hombres, llega a enamorarse nada menos que de Leonard y con quien a lo largo de la serie irá manteniendo una relación amorosa que incluso irá más allá de cuando ésta misma decide terminar su romance, por lo que en más de una ocasión las cenizas del fuego revivirán.   Supuestamente la “rubia tonta”, no lo es, puesto que es capaz de mantener largas conversaciones con Leonard y el resto y hasta llega a asimilar como parte de su vida uno que otro gusto compartido con los demás.
  • Leonard Hofstadter: Desde el primer momento queda encantado con Penny, quién será el amor de su vida, incluso aún cuando esté saliendo con otras mujeres.  Hasta cierto punto, Leonard resulta ser el menos “nerd” de los cuatro varones, por cuanto consigue atraer a mujeres tan guapas como la misma Penny o Priya, la hermana de Raj.  La gran tara de Leonard es su madre, una inteligentísima psiquiatra, quien desde pequeño lo apocó y pocas muestras de afecto le dio, creándole un sentimiento de inseguridad en especial con otras féminas.  Sin embargo la llegada de Penny a su vida realmente se transforma en un bálsamo para éste, ayudándolo a conocer otros aspectos de la vida y más allá de sus experimentos científicos, juegos de rol, cómics y Star Trek (J).
  • Sheldon Cooper: Es quien se roba la película, bueno, la serie, puesto que también el trabajo realizado por el actor que lo interpreta (Jim Parsons) llega a ser sobresaliente a la hora de retratar a este curioso personaje.  Sheldon es el más inteligente del grupo, como también el más estrafalario y a su vez el que menos inteligencia social posee (apenas sabe las reglas básicas de la convivencia, en especial con aquellos demasiado distintos a él).  Su personalidad llega a caer en lo rayano al DOC (desorden obsesivo compulsivo), puesto que rige su vida en base a pautas rígidas como, por ejemplo, lo que come en un día determinado, o cómo se viste también según el día.  Fue criado por una madre devota cristiana, quien es la única persona en el mundo capaz de controlarlo, y que a diferencia de la madre de su mejor amigo, sí lo adora y se lo demuestra.  Fue un niño superdotado y antes de la mayoría de edad ya se había titulado en la universidad.  Acostumbra usar poleras con dibujos de sus superhéroes favoritos (por lo general DC) y no vacila en hacer comentarios sarcásticos que a muchos incomodan.  No obstante pese a su personalidad complicada, puede llegar a ser tierno y un buen amigo.  Si bien trata mal a Penny (lo que hace con todo el mundo), la quiere a su modo; esta relación a ratos cae en una dimensión maternal, ya que a en más de una ocasión Penny lo protege y cuida.  Pero es su particular relación de “amistad” con Amy la que le otorga más humanidad al personaje (puesto que sólo con Amy, Sheldon se considera estar frente a un igual de verdad).
  • Rajesh Koothrappali: Hijo de una acaudalada familia de la India, Rajesh es quizás el personaje más ambivalente del show.  Poseedor de un grave problema de timidez con las mujeres, la única manera de hablarles es cuando bebe alcohol (esta cualidad es sólo con aquellas que no son familiares suyos).  Pese a sus buenos antecedentes económicos (el dinero que gana por sí mismo como astrofísico y el de su familia), viste con una extraña mezcla de ropa pasada de moda que parece comprada de segunda mano.  Es el más ingenuo del grupo y su mejor amigo es Howard, con quien mantiene una relación casi homosexual (de hecho la madre de Leonard afirma que entre los dos esto es real); en todo caso en más de una ocasión demuestra interés hacia las mujeres y ama en secreto a la prometida de su amigo del alma, pero en más de una ocasión Raj realiza acciones que hacen dudar sobre su sexualidad.
  • Howard Wolowitz: Este chico judío es el sexópata del grupo, por lo que más de una vez ha tratado de conseguir el favor sexual de Penny con acciones poco románticas.  Durante la segunda temporada anduvo con Leslie Winkle, quien anteriormente fue pareja de Leonard, pero no fue hasta la tercera temporada  gracias a Penny, quien le presenta a una colega y amiga suya en el rectoran donde trabaja, que Howard lograr encontrar mayor estabilidad en su vida; de este modo Bernadette se llega a convertir en su novia oficial, llegando Howard a pedirle matrimonio.  De los cuatro amigos científicos varones, Howard es el único que no posee un doctorado y es ingeniero, razón por la cual constantemente sus amigos, y los que no lo son, lo molestan y le juegan bromas al respecto.  Tal como me referí anteriormente, vive con su madre, personaje posesivo, pero que pese a todo ama a su hijo, de quien sólo se escucha su voz cuando le habla a gritos (siempre está en otra habitación); empero Howard tiene una relación de amor-odio con su madre, a quien debe acompañarla en todas sus rutinas de aseo y cuidado, cual más asquerosa. Otro rasgo característico suyo, son los pantalones ajustados que usa y la ropa en general en “onda” setentera que acostumbra llevar.
  • Bernadette Rostenkowski: La prometida católica de Howard es una dulce e inteligentísima mujer que logra ver a Howard con ojos de enamorada (ve en él, virtudes que ni sus amigos conocen).  Amistosa, logra sin proponérselo el aprecio y la bendición de la difícil madre de su novio.  Tal como sucede con el personaje de Amy, no comparte con el grupo central de la serie el gusto por la ciencia ficción y la fantasía, si bien pasa bastante tiempo de su vida junto a los amigos de Howard.  Es una gran amiga de Penny y también llega a ser la compañera de andanzas de la extraña Amy, creándose entre las tres una especie de pequeño grupo femenino de amigas.
  • Amy Farrah Fowler: Personaje que en un principio llegó a ser detestable debido a ser la versión femenina de Sheldon, pero al punto de que carecía del lado más “amistoso” de éste.  Sin embargo llegó a convertirse en alguien más del grupo e incluso  en la confidente del resto de las chicas (considera a Penny su mejor amiga y demuestra gran aprecio y preocupación por ella).  Apareció por primera vez en la serie al final de la tercera temporada, debido a una cita a ciegas orquestada a través de Internet por Howard y Rajesh.  Es así como desde el principio nació la empatía entre ella y Sheldon, llegando a sorprender al resto por tanta “buena onda” entre los dos.  Tal como Sheldon, Amy no tiene pelos en la lengua para decir lo que dice y es extravagante como ella sola.  Disfruta de la compañía de su amigo con quien diariamente mantiene largas videoconferencias, si es que no salen juntos o se visitan.  Es claro que siente una especie de amor en secreto por Sheldon, lo cual es recíproco, pero en ella es mucho más evidente.
Icónica escena de uno de los mejores capítulos de la serie:
 The Justice League Recombination, de la cuarta temporada.
   Luego de hacer la anterior revisión a los protagonistas de The Big-Bang Theory, se puede apreciar que como la vida misma, todos ellos poseen sus propias particularidades, teniendo sus puntos en común y habiendo detalles que en una primera instancia pudiesen dividirlos y hacer imposible la coexistencia amigable.  He ahí el punto en el que me quiero detener, pues esta serie uno de los valores que más resalta es la capacidad de valorar fraternalmente a otros, pese a que uno sea tan distinto al resto; de este modo lo que se dejan para así los personajes es el gusto de compartir con los demás lo que para uno es importante y saber que estos también disfrutan de esos pequeños detalles (ya sea desde disfrazarse de tus superhéroes favoritos, a hablar de las ideas más absurdas que se te ocurran sobre las series que sigues o simplemente de compartir de algo rico para comer, entre otros momentos de relajo).   El mejor personaje que representa esta capacidad para amoldarse a los otros, tal como ya hice referencia, es el de Penny; ella al llegar a su nuevo hogar se encuentra con otro mundo, conoce a un tipo de personas con quienes antes nunca convivió y logra de forma espontánea hacerse parte de la vida de esta gente, así como estos cuatro “ñoños” consiguen convertirla a ella en alguien importante en sus vidas.   De este modo, en mi caso concreto, por eso muchas veces algunos de mis momentos favoritos de la serie es cuando el grupo original de los cinco amigos (Penny, Sheldon, Leonard, Raj y Howard) cenan juntos o cuando Sheldon se ve “obligado” a recurrir a Penny para que ésta lo ayude en alguna empresa fortuita: pues son esos detalles lo que muestran mejor que nada, que la amistad está en elegir pasar tu tiempo con tus pares, pues ellos te conocen, comprenden y ayudan cuando corresponde.  Siguiendo con esta valoración del tema de la amistad en la serie, hay un capítulo de Navidad durante la segunda temporada, en el que Penny le dice a Sheldon que le tiene un regalo y éste a regañadientes y contra su costumbre, le compra varias versiones del mismo regalo y cada una de ellas con distinto valor según el precio que supone él tenga el regalo de su amiga; es entonces que Penny le entrega una servilleta doblada y Sheldon la mira con desprecio…¡Cuando abre la servilleta se da cuenta que lleva el autógrafo nada menos que de Leonard Nimoy, el actor de culto de la serie de Star Trek, intérprete del mítico Señor Spock! Esta sorpresa es tan grande para Sheldon, que incluso alguien que no gusta del contacto físico como él, llega a abrazarla y luego comienza a traer todos los regalos para Penny, dejando claro que nada de lo que tiene posee el valor suficiente como para igualar lo que le han entregado (debo admitir acá que este momento aún me emociona cuando lo recuerdo, siendo que además cuando vi esta escena llegué a llorar)…
…Eso es The Big-Bang Theory, una serie donde sólo los amigos saben qué es aquello que a uno lo hace feliz y que comparten con uno esa dicha.
    Y ahora como datos extras:
    Otra cosa que deseo destacar sobre esta serie, es que por primera vez que yo sepa en las series de TV gringas se aborda con protagonismo a una particular tribu urbana: los nerds (era de esperar que un montón de gente se sintiese identificado).  De este modo los amigos en cuestión vibran en torno a seriales, cómics, películas, figuritas y todo lo relacionado con este mundo especial.  Por esta razón la serie está llena de referencias a estos temas, por lo que a más de alguien no entendido en ello puede resultar demasiado críptica o aburrida.  Como gran parte de los personajes son científicos, aparte de “ñoños”, hay mucha jerga técnica e incluso para ello la serie se asesora por especialistas para acentuar la verosimilitud en los diálogos. 
    También destacan las apariciones sorpresivas de varias personalidades ligadas al mundo de la ciencia y de los temas propiamente nerds, las que van más allá del simple cameo y por lo general implican escenas largas con los protagonistas.  Así es como en la serie han hecho su aparición “ídolos ñoños” tales como el mismísimo Stan Lee, Katee Sackhoff (con dos apariciones), Summer Glau, Wil Wheaton (quien ya tres veces se ha “repetido el plato”), George Takei, LeVar Burton, Elisa Dushku y muchos más que en estos momentos escapan a mi memoria.
    Cada capítulo de la serie posee un extravagante nombre que simula ser el de una teoría, experimento o fenómeno de carácter pseudocientifico y/o relacionado con temas nerds; a su vez estos títulos tienen que ver con los sucesos del capítulo, por ejemplo, y en español: El efecto luminoso del pez, El paradigma de la Tierra Media, La polarización de Cooper-Hofstadter, La conjetura del Bati-frasco y un largo etcétera.
    Por último, la serie ha ganado un montón de premios como Emmy, y Globo de Oro y Jim Parsons, quien interpreta a Sheldon, ya ha obtenido al menos cuatro premios en solo cuatro años de emisión de la serie.
    ¡Larga vida a The Big-Bang Theory!

martes, 1 de noviembre de 2011

Conan de Robert Howard

     
    Conan el Bárbaro, Conan de Cimeria, Conan el Pirata, Conan el Vagabundo, Conan de las Islas, Conan el Ladrón, Conan de Aquilonia…todos estos nombres para referirse a uno de los personajes literarios con mayor impacto dentro de la cultura popular, llegando incluso a ser conocido por aquellos que no acostumbran leer y que bien reconocen en éste a un ícono dentro de las historias de aventuras, magia, monstruos y bellas mujeres en prendas escasas.
Uno de los cómics "clásicos"
del personaje.
   Referirse a Conan es hablar (o escribir) de uno de los personajes más populares salidos por la imaginación y pluma de un escritor estadounidense durante el siglo XX; por ende bien puede codearse con otros seres de ficción tan famosos, queridos e inspiradores de tantas continuaciones y adaptaciones tal como lo son los Tres Mosqueteros de Dumas, el Rey Arturo (anónimo), Frankenstein y su inolvidable Criatura de Mary Shelley, Drácula de Stoker y el nunca igualado Sherlock Holmes de Conan Doyle…entre tantos otros.  De este modo el personaje creado a principios de la década del treinta por un joven Robert Howard, hoy en día ha trascendido las numerosas narraciones originales que escribió sobre él su autor; es así como una gran cantidad de escritores (algunos con mérito propio como Lin Carter y L. Sprague de Camp y otros más bien por encargo o del “montón”) continuaron la labor de seguir contando sus increíbles historias.  Luego fue como pasó a adaptarse desde la década del setenta hasta nuestros días al cómic, nada menos que por Marvel, teniendo entre sus guionistas a autores de la talla de Roy Thomas y Dough Moench y lo mejor, a algunos de los dibujantes más emblemáticos del llamado “noveno arte”, tales como John Buscema, Neal Adams y Barry Windsor-Smith.  También ha sido llevado a la pantalla grande tres veces, las dos primeras en películas ochenteras bastante buenas (en especial la primera) y protagonizadas por Arnold Schwarzenegger, siendo que dentro de estos días está por estrenarse una nueva película (¡Por fin!) y que promete ser heredera de hartas aventuras, sangre, batallas cuerpo a cuerpo y “mostros” como Conan bien se merece.  Sin embargo en televisión le ha ido mal y sus versiones en dibujos animados de carácter infantil y la serie de imagen real poca vida tuvieron.  Los videojuegos también han tenido sus propias versiones de este particular héroe de la Era Hiboria.
Ilustración de Cohen el Bárbaro

     Por otra parte, uno de los mejores homenajes literarios que se han hecho a Howard y a su “hijo predilecto”, Conan, fue el de otro consagrado escritor de fantasía, Terry Pratchett; éste en su ya extensa saga de más de treinta libros correspondientes al Mundo Disco, donde se permite parodiar con gran humorismo el género, en la segunda novela (La Luz Fantástica) de la saga hace aparecer a Cohen el Bárbaro.  Cohen es un ya anciano y algo achacoso guerrero, quien pese a las apariencias, aún oficia de aventurero y mantiene todavía su atracción hacia las bellas y jóvenes vírgenes; incluso en Tiempos Interesantes, tal como Conan al conseguir Aquilonia, logar obtener el Imperio Ágata.

    Antes de referirme propiamente tal a analizar y comentar los textos de Conan el Bárbaro, quisiera detenerme un poco en la figura de su autor: Robert Howard, a quien bien se le agradece su gran capacidad fabuladora como parar crear en sólo treinta años de vida (de hecho se suicidó dándose un balazo en la cabeza en los albores de su tercera década de existencia) a tanto personaje maravilloso, pues de su fértil imaginación no sólo Conan salió.  Es así como Howard creó a otros personajes que casi rivalizan en popularidad con Conan, teniendo sus propios cómics y versiones en películas, como Kull el Conquistador (quien se supone es el antepasado atlante del mismísimo Conan), Sonja la Roja (cuyas aventuras originales transcurren en el siglo XVI, pero en los cómics se le hizo interactuar con el cimerio) y Solomon Kane (aventurero puritano en plena época de la colonia en el EE.UU. del siglo XVII).  Por otra parte todos sus textos fueron publicados en las revistas “pulps” (ediciones baratas que aparecieron durante plena Depresión en la década del treinta y que se vendían en los kioscos, siendo mayormente el medio para catapultar a tantos escritores que hoy en día han logrado reconocimiento mundial como el propio Lovecraft, Robert Bloch, Asimov, Paul Anderson, Ray Bradbury y toda una gran lista; en estas revistas de papel de mala calidad, las historias de aventuras, ciencia ficción, fantasía, terror, western, policiales y otros hicieron popular la narrativa de “género” en Estados Unidos y permitieron que hoy en día fuesen tan exitosas este tipo de historias).   Como muchos artistas que se “adelantaron a su época”, Howard apenas tenía para vivir de su trabajo y esto junto con la eminente muerte de su madre, a quien era muy apegado, le provocó tal depresión que lo llevó a tomar la triste decisión con terminar su vida a muy temprana edad; pese a todo dejó a su haber una herencia literaria que se ha convertido en una de las más exitosas (y rentables) hasta la actualidad.  Como reflexión a lo anterior, resulta más que lamentable pensar en tanto artista que como Howard, Poe, Lovecraft y pintores tan geniales como Van Goh, entre otros genios, no hayan podido disfrutar en vida del éxito y reconocimiento público; siendo mucho tiempo después de su muertes que se les ha hecho justicia.
Uno de los pulps que editaron originalmente a Howard.
    Referido a la vida y obra de Robert Howard, no se puede dejar de lado su fuerte relación con Lovecraft y el “círculo lovecrafniano”, como se acostumbra llamar al grupo de amigos y colaboradores epistolares entre los que se encontraba el creador de Conan.  Lovecraft, con quien compartía páginas como colaborador en la ya mítica revista Weird Tales, estableció con éste una estrecha relación de amistad a través de sus cartas (y a tal punto que al morir Howard, su padre en honor a la relación de su hijo con el creador del Horror Cósmico, le escribió para contarle la terrible noticia).  Tal como Lovecraft, podría atreverme a decir que Robert Howard no sólo es un gran creador de nuevos mitos y leyendas, convirtiéndose ambos en gestores de un universo ficcional como pocos, sino que también compartían cierta personalidad errática que los convirtió en seres solitarios, siendo que su amistad epistolar con otros escritores (entre los que se encuentran Clark Ashton Smith, Donald Wandrei, Frank Belknap Long, Augusth Derleth, entre otros), fue una de las pocas relaciones sociales exitosas que logró tener.  De esta relación fraterna-literaria-a distancia, Howard llegó a participar dando su propio aporte al universo lovecrafniano con cuentos de su autoría e incluso llegaron a ponerle un apodo cariñoso: Bob Dos Pistolas, debido a su gusto hacia las armas de fuego y “feo” hábito de jugar a la ruleta rusa (existe una leyenda negra al respecto sobre su suicidio que afirma que murió debido a esta práctica).
    Por último como referencia a este escritor, y para complementar los datos biográficos reseñados acá, se puede destacar que existe una película de 1996 llamada The Whole Wide World y donde el actor Vincent D´Onofrio interpreta el papel de Howard.
Otra portada para la nostalgia de las
 primeras  aventuras en papel del guerrero cimerio.
    Y ahora refiriéndose específicamente a Conan…
     Cuando Robert Howard se puso a escribir y publicar las numerosas aventuras de Conan, primero diseñó todo un mundo con su particular geografía y división política, creando numerosos países, culturas, costumbres y religiones.  De este modo permitió que su máximo personaje a lo largo de numerosos relatos, se desenvolviera en más de un lugar.  Los eventos de la vida de Conan ocurren en lo que Howard llamó la Edad Hiboria, una época posterior al hundimiento de la Atlántida y anterior al desarrollo de la historia tal y como la conocemos.  Es así como cada país y raza al que hace mención Howard y donde transcurren estas historias, se corresponden al de naciones reales y culturas antes de que los cataclismos siguientes configurasen los continentes tal y como los conocemos hoy en día.  De este modo, por ejemplo, Estigia tiene clara relación con África y en especial con Egipto, Zamora con los gitanos y con España, Vanaheim y Asgard con los países nórdicos, así como Brithunia con la región de Bretaña en Francia.
    El primer cuento que escribió y publicó sobre Conan es El Fénix en la Espada; este dato resulta interesante tenerlo presente, puesto que si bien Howard tenía plena conciencia de la estructura de la Edad Hiboria con sus particulares características y desarrollo histórico, también poseía plena conciencia sobre el destino de su particular héroe.  No obstante a lo largo de los textos que le dedicó a este bárbaro, no siguió un orden cronológico de sus aventuras en el devenir del tiempo, si no que se dedicó a contar varios momentos de su existencia de una forma caótica; por lo tanto el lector se encontró con historias de Conan cuando ya era rey de Aquilonia, como sucede ya en el primer cuento mencionado; luego podía muy bien leerse una narración ambientada en los primeros años del personaje, tras abandonar su natal Cimeria; posteriormente narrarse una de sus aventuras de su etapa como general de algún rey extranjero, para luego volver atrás en el tiempo durante sus aventuras con Belit haciendo de su compañero pirata en la Costa Negra…y más tarde nuevamente regresar a su periodo como monarca de Aquilonia.  Este supuesto desorden en la cronología de Conan, fue estructurado de una manera mucho más lineal gracias a dos colegas y amigos de Howard, Lin Carter y L. Sprague de Camp, quienes tomaron los textos del autor y los sistematizaron para publicarlos por fin en ediciones en formato de libro y siguiendo una línea temporal.  A su vez como Howard dejó muchos textos inconclusos, cuentos inéditos y bosquejos de historias, se dedicaron a terminarlos y/o pulirlos para sacarlos a la luz pública; de este modo muchos libros de Conan llevan la autoría compartida de los tres escritores.  En algunos casos Carter y de Camp arreglaron algunos textos de Howard que nada tenían que ver con Conan, para hacer que éste último fuese el protagonista.  Además de permitir que un público más joven y masivo conociese al autor y a sus creaciones, invitaron a otros autores a narrar más historias sobre bárbaro, llenando también con sus fabulaciones los vacíos cronológicos entre una historia y otra de los textos originales.  Entre estos autores, destaca Robert Jordan, quien hizo sus primeros trabajos con el cimerio, antes de consagrarse con su propia saga de fantasía de La Rueda del Tiempo.
    Otro aspecto a considerar a la hora de disfrutar, comprender y analizar las aventuras de Conan, es el subtexto ideológico que yace bajo la pluma de Robert Howard, con su particular visión del mundo y que el autor no deja de plasmarlo no sólo en sus textos dedicados al guerrero.  Aquí me refiero a dos temas en especial que con facilidad se pueden apreciar en su obra, y que retoman sin vergüenza y quizás con orgullo, sus “albaceas” Carter y de Camp con sus colaboraciones.  Estos temas son: el racismo yacente en la literatura howardiana y la noción pesimista y negativa que tiene el artista hacia el concepto de civilización en beneficio de la idea de “barbarie” (y escribo entre comillas esta palabra por cuanto me detendré posteriormente a explicar lo que realmente quiere decir Howard cuando usa el concepto):

·         Noción de racismo: Tal como su amigo Lovecraft, Howard compartía con éste la aversión hacia los extranjeros, en especial hacia la gente de raza negra.  No es mi ánimo aquí hacer un juicio de valor hacia este aspecto de la obra de Howard y de las aventuras de Conan, donde una manifestación del mal es a través de las triquiñuelas de personajes que muchas veces no corresponden al espectro racial caucásico (no sólo negros son los malvados, si no que también orientales).  Esta xenofobia que para nada oculta el autor (y a la que prefiero hacer la vista gorda en beneficio de otros aspectos más benignos de su escritura) muchas veces llega a ser aberrante, por cuanto por ejemplo, los extranjeros son descritos como traicioneros, caníbales y monstruosos en su aspecto físico; si bien a Conan le toca batallar contra el mal en todas sus manifestaciones, gran parte de los representantes de las fuerzas malignas provienen de lugares tales como el oscuro reino de Estigia (Egipto) y al que Howard le otorga el triste “privilegio” de ser el centro de la perversidad durante la Era Hiboria.  No obstante Conan también tiene amigos y aliados negros, pero igual en su mayoría poseen un carácter bestial.
          Las siguientes citas ilustran lo anterior:

      “Livia jamás había visto a un hombre  semejante, pero no se preocupó por   saber a qué raza pertenecía. Le bastaba con que su piel fuera blanca.
     -Eres un bárbaro como los otros. Sólo tu piel es blanca; pero tu alma es tan negra como la de ellos. ¡Poco te importa que un hombre de tu raza haya sufrido una muerte horrenda a manos de estos perros (negros africanos)..., y que yo sea su esclava!
     -Aun cuando fueras vieja y fea como los buitres del infierno, te llevaría lejos de aquí y de Bajujh (un rey africano) simplemente por tu raza. Pero eres joven y hermosa, y he visto tantas mujerzuelas nativas (negras africanas) que estoy harto”.

El Valle de las Mujeres Perdidas.

    Y nótese la forma de cómo describe al siguiente personaje de raza negra en otro fragmento del mismo cuento:

    “Sentado sobre un escabel de marfil, flanqueado por gigantes tocados con plumas y cubiertos con pieles de leopardo, había un personaje repulsivo, obeso y achaparrado, con aspecto maligno, que parecía un enorme sapo que apestaba como los pantanos podridos de la selva. El individuo tenía las rechonchas manos colocadas sobre el arco abultado de su vientre; su pescuezo era un rollo de grasa  que parecía proyectar su cilíndrica cabeza hacia adelante; sus ojos semejaban brasas ardientes y tenían una asombrosa vitalidad que contrastaba con la del resto de su grueso cuerpo, que daba la  sensación de indolencia.
    Cuando la mirada de la muchacha se posó en aquella figura, sus miembros se pusieron en tensión y la vida volvió a latir frenéticamente en su cuerpo. El dolor fue sustituido por el odio, un odio tan intenso que a su vez se convirtió en dolor.
    Pero si Bajujh, rey de Bakalah, sintió alguna molestia a causa de la concentración psíquica de su prisionera, lo cierto es que no lo demostró. Por el contrario, continuó atiborrando su boca de batracio con puñados de golosinas que le tendía en una bandeja una mujer arrodillada...
    ...lo único que respetaban esos salvajes era la violencia”.

·         Oposición civilización/barbarie: Howard sostiene la tesis de que la civilización, el mundo contemporáneo con sus “refinados” gustos, lujos, conocimientos y otros, corrompe.   Esto, puesto que lo más natural, lo primitivo y “barbárico” sería lo más puro ante la naturaleza trastocada de la civilización; de este modo un bárbaro como Conan, no ha sido mancillado por ideologías (costumbres, creencias políticas, religiosas y convenciones sociales) que hagan mella en su primordial virtud.  Así es como el mal en las narraciones de Conan se encuentra muchas veces en su solaz en medio de la “engañosa” civilización, puesto que el poder del conocimiento “racional” del avance corrompe y el mal trae al mal.  No obstante, esta idea no es nueva, ya que alguien como el filósofo francés Rousseau en el siglo XVIII había acuñado el concepto de “Buen Salvaje” y en particular en su famosa novela El Emilio, donde sostiene la tesis de que mientras más alejado se está del mundo civilizado, más cerca se está de una conciencia pura, virginal y angelical (tal como Adán y Eva antes de comer el fruto prohibido)
      Lo que hace Robert Howard en su postura frente a esta dicotomía    civilización/barbarie es similar al tópico literario de Alabanza de aldea y menosprecio de ciudad, en donde los literatos sostienen que la vida es mucho más grata en medio de poblados pequeños y agrestes, que en la sucia e infecta ciudad.   Sólo que Howard lleva su postura al límite, como si se trastocara la visión de los escritores latinoamericanos mundonovistas con su tópico de Civilización v/s Barbarie: donde en obras como La Vorágine de Rómulo Gallegos y Doña Bárbara de José Eustaquio Rivera, muestran una naturaleza más que salvaje y a la que el hombre citadino y educado debe domesticar para llevar su luz a un mundo de oscurantismo.  Por ende, Robert Howard retrata un conflicto inverso de estos dos principios.
    Para completar este punto, he aquí dos citas textuales que reflejan mucho mejor que mis palabras, la visión de Howard al respecto:

La barbarie es el estado natural de la humanidad [...] La civilización, en cambio, es artificial, es un capricho de los tiempos. La barbarie ha de triunfar siempre al final”.

Más Allá del Río Negro.

Los hombres civilizados son siempre menos corteses que los salvajes porque saben que pueden ser maleducados sin temer que sus cráneos sean partidos en dos”.[1]

Antigua edición en español
de la editorial Bruguera de uno los las compilaciones
con textos de Howard acabados por L. Sprague de Camp.
    Y en cuanto a Conan…respecto a su figura, hay que tener bien claro el carácter mismo que le otorga Howard en sus escritos y que lo convierte para muchos en un personaje tan carismático.   Tal como expliqué más arriba, para el escritor el bárbaro es un individuo mucho más virtuoso que el hombre civilizado.  De este modo Conan el Bárbaro se convierte en la encarnación de esa figura benigna que defiende el autor.  Pero este “buen salvaje” no está carente de apetitos carnales, ni es como el niño sin mácula de Rousseau,  si no que es un individuo que muy bien tiene sus debilidades como cualquier ser humano (debemos recordar que la época en que vive Conan es la Era Hiboria y para subsistir en ella se debe tener gran capacidad de sobrevivencia, por lo que matar para subsistir es algo habitual, así como poseer un espíritu violento cuando se es necesario).  Por lo tanto Conan mismo es un hombre que sabe matar como nadie, que hace uso de sus dotes físicas, como también intelectuales para conseguir sus objetivos sin dudarlo y cuando debe tomar la vida de sus enemigos no vacila en ello.  Este hombre ágil y voluntarioso pese a su aspecto agreste, es un sujeto justo y honorable: nunca roba a los pobres (como cuando oficia de ladrón o pirata); tampoco hiere o mata a los inocentes, niños y otros indefensos; y con las mujeres también sigue con su particular código de honor que hace que tampoco las maltrate, a menos que sea en defensa propia y si es que es la mujer resulta ser un verdadero peligro y toda una contrincante.
    Respecto a las palabras de arriba, se puede tener en cuenta la siguiente cita textual que resume muy bien en palabras del propio Howard, quién es éste:
Edición más en español contemporánea
de los cuentos del personaje.

   "La cara... no era la de un hombre civilizado: oscura, labrada de cicatrices, con dos salvajes ojos azules, era una cara indómita como el bosque primordial que le servía de fondo... con el macizo pecho cubierto de hierro, el brazo que mantenía la ensangrentada espada, curtido por el Sol y pictórico de músculos, se movía con la peligrosa desenvoltura de una pantera: era demasiado ágil y feroz para ser el producto de la civilización, ni siquiera de una civilización de frontera".

Más Allá del Río Negro.

    Con las mujeres mismas Conan es atento, seductor, pero no romántico; las trata bien, aunque cuando le gusta una de ellas no duda en tomarla en sus brazos y besarla sin preguntarle si quiera (no obstante las mujeres nunca se le resisten).  Ante una mujer en infortunio Conan se juega su vida por ayudarla y es así como esta circunstancia la usa en varias ocasiones Howard para contar más de una jugosa historia de aventuras.
   Como bárbaro que es, Conan recela de la civilización, no obstante cuando llega a convertirse en rey de una de las polis más poderosas de ésta, Aquilonia, demuestra ser capaz de congeniar en su gobierno lo mejor del bárbaro que hay en él, con el de un benigno monarca civilizado.  Este gobierno justo le hace ganarse el amor, respeto y fidelidad de sus ciudadanos.
    Otro aspecto interesante a tener en cuenta, es el poco aprecio que siente Conan hacia la magia, por cuanto un hombre vitalista y de instintos como él ve en la magia al arte del engaño y la intriga.  Un individuo como él se muestra frente a otros sin adornos, en cambio magos, brujos y hechiceros son mostrados por Robert Howard como ejemplos de hombres malvados y corruptos que hacen uso de la ilusión y se esconden en medio de la parafernalia de lo esotérico; aparte de los primeros, les siguen numerosos nobles del mundo civilizado,  a los que Conan se enfrenta y destruye en sus numerosas pugnas.  He aquí citas que demuestran esta relación entre magia y maldad:

    “-¡Sí, perro maldito! -exclamó el brujo con una voz sibilante como la de una gigantesca serpiente-. ¡Soy Thugra Khotan! He yacido mucho tiempo en mi tumba, esperando el día de mi despertar y de mi liberación. Las artes que me salvaron de los bárbaros hace muchos siglos me retuvieron prisionero, pero yo sabía que uno de aquellos mismos bárbaros llegaría, tarde o temprano... ¡Y al fin llegó para que se cumpliera el destino y para que muriera como nadie ha muerto en tres mil años! ¡Necio! ¿Crees que has vencido porque mi gente se ha dispersado y porque me traicionó y me abandonó el demonio al que había logrado esclavizar? ¡No! ¡Soy Thugra Khotan y dominaré el mundo a pesar de vuestros ridículos dioses! Los desiertos están llenos de mis gentes; los demonios hacen mi voluntad y todos los reptiles de la tierra me obedecen. Mi deseo por una mujer debilitó mis poderes mágicos. ¡Ahora esa mujer es mía, y recreándome en su alma seré invencible! ¡Atrás, necio! ¡No has derrotado a Thugra Khotan!”.

El Coloso Negro.

     “—Hubo un tiempo —dijo con amargura— en que también yo tenía mis ambiciones, a cuyo lado las vuestras parecen ridículas e infantiles. ¡Qué bajo he caído! Mis viejos amigos y rivales quedarían horrorizados si pudieran ver a Toth-Amon el del Anillo, sirviendo de esclavo a un proscrito, y proscribiéndose él mismo. ¡Envuelto en las mezquinas ambiciones de nobles y reyes!

     —Tú confías en tu magia y en tus ridículas ceremonias —repuso Ascalante—. Yo confío en mi ingenio y en mi espada.
     —El ingenio y la espada no sirven de nada contra los poderes de la Oscuridad —gruñó el estigio, de cuyos negros ojos se desprendían destellos amenazadores—. Si yo no hubiera perdido el Anillo, nuestra situación sería muy diferente.
     —Sin embargo —contestó impaciente el proscrito—, llevas las marcas de mis latigazos en la espalda, y probablemente seguirás llevándolas.
    —¡No estés tan seguro! —El diabólico rencor del estigio brilló por un instante en sus ojos iracundos—. Algún día, de algún modo, encontraré el Anillo otra vez, y entonces, por los colmillos de la serpiente Set que me las pagarás...”


El Fénix en la Espada.

    Ligado al tema de lo sobrenatural se encuentra la visión de la teología en la Era Hiboria.  Siendo el mundo creado por Howard todo un cúmulo de naciones y culturas, es evidente que en este se encuentran diversos credos con sus respectivos dioses.  Howard, quien también compartió con Lovecraft su ateísmo, convirtió a la mayor parte de los dioses que describe en otro manifestación del mal, pero acentuando el carácter demoniaco.  Vez que Conan se enfrenta a un dios, resulta ser no sólo un ser monstruoso y vil, si no que además corresponde al de una criatura ancestral cuyo único fin es aprovecharse de sus creyentes con el culto que le rinden.  Esto se puede ver en el siguiente fragmento:

     “Embrujado por aquella voz extraordinaria, Conan permaneció inmóvil, olvidándose de todo hasta que su hipnótico poder produjo un extraño cambio y la percepción y el sonido crearon la ilusión de la vista. Conan ya no oía la voz, sino unas lejanas y rítmicas ondas de sonido. Transportado más allá de su tiempo y de su propia individualidad, estaba viendo la transmutación del ser llamado Khosatral Khel, que surgía de la Noche y del Abismo de los tiempos pretéritos para revestirse de la sustancia del mundo material.
     Pero la carne humana era demasiado frágil, excesivamente débil como para soportar la terrible esencia que era Khosatral Khel. Por ello tenía la forma y el aspecto de un hombre, pero su carne no era carne, ni el hueso era hueso, ni la sangre, sangre. Se convirtió en una blasfemia contra la naturaleza, porque era la causa de que una sustancia básica que jamás había conocido el latido y la emoción de la vida viviera, pensara y actuara.
    Había errado por el mundo como un dios, porque no existía arma terrenal capaz de hacerle daño y porque, para él, un siglo era como una hora. En su vagar llegó hasta un pueblo primitivo que habitaba en la isla de Dagonia y se alegró de poder dar a esta raza una cultura y una civilización y, con su ayuda, aquellas gentes construyeron la ciudad de Dagón, donde habitaron y lo adoraron. Sus servidores eran seres extraños y horribles, procedentes de los más oscuros rincones del planeta. Su casa de Dagón estaba conectada con las demás casas por medio de túneles, a través de los cuales sus sacerdotes de cabezas afeitadas transportaban víctimas para el sacrificio”.

El Diablo de Hierro.

Tomo 1 de la colección de lujo de las narraciones de Conan sólo por Robert Howard.   Estas vienen recopiladas por orden de publicación original en los pulps y cada tomo lleva aparte de cubierta protectora, textos anexos, ilustraciones a color y en blanco y negro y en papel cuché...¡Un verdadero gusto para el coleccionista! 
    No obstante hay deidades benignas en el mundo de Conan, tal y como lo son Mitra e Ishtar, que como en muchos otros casos Howard no se las inventó, si no que sacó sus nombres y ciertas características de religiones que existieron.   En uno de sus mejores cuentos, La Torre del Elefante, se narra un emotivo encuentro de Conan con uno de estos seres benignos:

    “He aquí, entonces, el motivo del nombre -la Torre del Elefante-, ya que la cabeza de la cosa se parecía mucho a la de los animales descritos por el shemita errante. Aquél era el dios de Yara. Pero ¿dónde podía estar la gema sino escondida en el interior del ídolo, puesto que la piedra se llamaba Corazón de Elefante? A medida que Conan avanzaba, con los ojos fijos en el inmóvil ídolo, ¡éste abrió súbitamente los ojos! El cimmerio se quedó paralizado por la sorpresa. ¡No era una imagen, sino una cosa viva, y él estaba atrapado en su habitación! Un indicio del terror que lo paralizaba es el hecho de que no reaccionara al instante en un arrebato de frenesí, dejando libres sus instintos homicidas. Un hombre civilizado en su situación sin duda habría, buscado refugio creyendo que estaba loco, pero a Conan no se le ocurrió dudar de sus sentidos. Sabía que se encontraba cara a cara con un demonio del antiguo mundo, y esa seguridad lo privó de todas sus facultades, salvo la de la vista. La trompa de esa cosa horrorosa se alzó como buscando algo, y los ojos de topacio miraban sin ver. Entonces Conan se dio cuenta de que el monstruo era ciego. Este pensamiento calmó sus tensos nervios, y comenzó a retroceder en silencio en dirección a la puerta. Pero el engendro oía. La trompa sensible se estiró hacia él y el muchacho quedó nuevamente helado de espanto cuando el extraño ser habló con una voz extraña y entrecortada, siempre en el mismo tono. El cimmerio comprendió que aquella boca no fue creada para hablar un lenguaje humano.
     -¿Quién está ahí? -preguntó-. ¿Has venido a torturarme de nuevo, Yara? ¿No te vas a cansar nunca? ¡Oh, Yag-kosha!, ¿no tendrá fin esta agonía?

     Las lágrimas rodaron por sus mejillas, y Conan observó las extremidades extendidas sobre el lecho de mármol. Sabía que el monstruo no podría levantarse para atacarlo. Conocía las marcas del tormento y las quemaduras del fuego, y por más duro que fuera, no podía evitar estar impresionado por las deformidades de lo que parecía haber sido un cuerpo tan bien constituido como el suyo. Y súbitamente todo el miedo y el asco se convirtieron en una profunda compasión. Conan no sabía quién era ese monstruo, pero era tan evidente su terrible y patético sufrimiento que, sin saber por qué, le embargó una abrumadora tristeza. Sintió que estaba presenciando una tragedia cósmica y sintió vergüenza, como si la culpa de toda una raza hubiera caído sobre él.
    -No soy Yara -dijo-. Soy solamente un ladrón. No te haré daño.
   -Acércate para que pueda tocarte -dijo la criatura con un titubeo, y Conan se aproximó sin miedo, con la espada olvidada en su mano.
    La trompa sensible se alzó y palpó su rostro y sus hombros, como hacen los ciegos. El contacto era tan suave como el de la mano de una muchacha.
   -Tú no perteneces a la raza maligna de Yara -suspiró la criatura-. Llevas la marca de la fiereza pura y esbelta de las tierras desérticas. Conozco a tu gente desde antiguo. Los conocí con otro nombre hace mucho, mucho tiempo, cuando un mundo distinto alzaba sus brillantes torres hacia las estrellas. Pero... hay sangre en tus manos”.


    Robert Howard en su corta vida escribió muchas historias, creando personajes que como Conan hoy son parte de la cultura popular.  Ante una imaginación tan fructífera como la suya, uno se pregunta qué maravillas más pudo darle al mundo si su carrera literaria se hubiese extendido por muchos años más.  Resulta increíble saber que sólo escribió una novela, Conan el Conquistador (la que según el especialista en ciencia ficción y fantasía David Pringle, se encuentra entre las cien mejores novelas de fantasía, listado y análisis que hace en su libro Literatura Fantástica: Las 100 Mejores Novelas), y el resto hayan sido sólo cuentos y unos cuantos poemas; sin embargo en la actualidad es uno de los escritores más admirados y queridos por el mundo.  Puede perdonársele sus acentuados prejuicios sociales, más a la luz del conocimiento de su anómala personalidad, después de todo, qué artista y/o genio no tiene por ahí una que otra vergüenza y como alguien muy sabio dijo por ahí: “El que esté libre de pecado, que lance la primera piedra”.



[1] Lo siento, encontré esta estupenda cita en Internet, pero por más que busqué el origen de la referencia, no encontré el texto original de donde se encuentra extraída. 

Los Robots en la Literatura (parte 2).


    Tal como quedó declarado con anterioridad en la primera parte de este trabajo pese a lo que el común de la gente puede llegar a creer, no todos los robots son iguales, ya que dentro del imaginativo mundo de la ciencia-ficción estas entidades son descritas de muy diversas formas; lo anterior responde no sólo a la creatividad de los escritores, sino que también a la necesidad de verosimilitud, a la propia ficción en la historia creada por los autores.
    De este modo, los robots se nos aparecen de múltiples formas: desde el más sencillo en su configuración, hasta el más complejo.

Hacia una breve tipología robótica.

    A continuación, especificamos una clasificación de los distintos tipos de robots, ejemplificando con algún referente literario o audiovisual cada subclase.

1. El robot máquina.

    Constituye la especie más simple y primitiva dentro de lo que es un robot. En realidad no es un robot propiamente tal, si consideramos la definición de robot ya mencionada. Allí se estipula que un robot es todo ser creado por la ciencia y la tecnología (no importa de donde provenga) y que posee conciencia propia. Por lo tanto, estas máquinas robotizadas no son más que mecanismos computarizados que se ocupan para algunos trabajos tediosos y pesadas labores. Son los mismos robots con los que contamos hoy y que fácilmente encontramos en las industrias donde se construyen electrodomésticos, automóviles, etc. Además no son máquinas de apariencia antropomórfica, pues su aspecto estético no importa demasiado, sólo basta con que sirvan y nada más; claro que, por lo general, su apariencia puede simular un brazo, ya que en su mayoría son máquinas constructoras y es justamente esa extremidad con la que se hacen cosas.
    En la ciencia-ficción los robots necesariamente no tienen por qué funcionar al igual que en la realidad (petróleo, fusión nuclear, entre otros tipos de energía) o estar construidos sobre la base de los mismos elementos que hoy en día tenemos a mano. Así muy bien nos podemos encontrar en algún relato, novela, película, cómic u otro medio de expresión, con hombres mecánicos que funcionen basándose en el vapor (serie de animación japonesa Sakura Wars), en vez de la electricidad. También podrían estar hechos de madera o de metal líquido, como el androide metamorfo de Terminator 2... Y es que en la ciencia-ficción todo es posible. Un ejemplo del clásico cuento de Ray Bradbury “Vendrán lluvias suaves” contenido en sus Crónicas Marcianas:

    “Afuera el garage tocó unas campanillas, levantó la puerta, y descubrió un automóvil con el motor en marcha. Luego la puerta descendió otra vez.
    A las ocho y media los huevos estaban resecos y las tostadas duras como piedras. Un brazo de aluminio los arrojó al vertedero, y un remolino de agua caliente los metió en una garganta de metal que los digirió y los llevó al océano distante. Los platos sucios cayeron en una máquina de lavar y emergieron relucientes y secos.
    Las nueve y cuarto cantó el reloj la hora de la limpieza.
    De las guaridas de los muros, salieron velozmente los ratones mecánicos. Las habitaciones se poblaron de animalitos de goma y de metal que tropezaron con las sillas moviendo en círculos los abigotados patines, frotando las alfombras y aspirando suavemente el polvo oculto. Luego, como invasores misteriosos, se escondieron en sus cuevas. Los rosados ojos eléctricos se apagaron. La casa estaba limpia”.




2. El mecha.

     Su nombre es una abreviatura de la palabra inglesa “mechanical”, que significa “mecánico” y fue acuñado por los autores japoneses de cómics y animaciones para referirse a una especie de super armadura computarizada y de gran tamaño. Es utilizada o tripulada por una persona o más, quien la maneja para diversos motivos bélicos o constructivos, entre otros. Puede tener inteligencia propia, ser consciente o semiconsciente, así como ser nada más que otra máquina avanzadísima.
    Existen una serie de novelas ambientadas en un mundo donde diferentes señores de la guerra combaten ente sí, usando este tipo de robots: es el llamado universo de Battletech, que tiene a varios autores escribiendo sobre sus aventuras. A su vez esta saga está originada a partir de un juego de rol (especie de tablero en el que cada jugador cumple un papel determinado, usando cartas y ateniéndose a las reglas específicas de la ficción en la que se encuentra). Esta serie también inspiró a una serie de dibujos animados.
    Un caso especial referido al fascinante mundo de los mechas es lo que sucede con la animación japonesa y los cómics de esta nacionalidad (anime y manga respectivamente), donde hay un sinnúmero de series en las cuales estos particulares robots son los protagonistas. Famoso es para nosotros el caso de Mazinger Z cuyo autor es Go Nagai, responsable de dar vida a otros famosos mechas y de toda una saga dedicada al propio Mazinger. También es muy popular el concepto de Gundam, del cual se pude contabilizar más de una docena de distintas series y películas. Hoy en día, en especial en Chile, tienen bastante fama las series de Evangelion y Escaflowne; ambas llenas de simbolismos religiosos, medievales y míticos.


3. El Cyborg.

    En el real sentido de la idea del robot, un cyborg no cae dentro de este concepto; sin embargo sí se puede considerar como una mezcla, un “mestizo” de hombre y máquina. La palabra en sí, es una contracción de las voces inglesas cybernetic organism y fue acuñada por Manfred Clynes y Nathan S. Kline en el artículo Cyborgs and Space en la revista Astronautics, septiembre de 1960.
    En pocas palabras es un individuo orgánico al que se le han injertado elementos mecánicos, pero no al modo ortopédico, sino para mejorar su calidad de vida. También podríamos decir que un cyborg es un ser humano robotizado, quien no ha perdido su humanidad, aunque sí ha incorporado en su vida (y precisamente en su organismo) la robótica y lo electrónico, ya sea sólo desde un punto de vista estético o como implantes (desde globos oculares u otros órganos hasta extremidades o cuerpos completos) que le permiten tener acceso a cualidades que de forma natural no podrían conseguir (súper fuerza, armas escondidas y a simple vista incorporadas a sus cuerpos, enchufes, etc.).
    Por otro lado, necesariamente un cyborg no tiene por qué poseer extensiones mecánicas robotizadas, pues basta con sus injertos electrónicos para tener apariencia robótica. Así, por ejemplo, en la novela Neuromante de William Gibson, los protagonistas poseen numerosos injertos que les permiten tener acceso rápido a Internet, enchufándose sofisticados cables de conexión al cráneo para conseguir sus fines.
   Los cyborg aparecieron en la literatura de ciencia-ficción mucho antes que se creara el término. Ya entre 1930 y 1940 aparecieron cuentos sobre ellos de prestigiosos autores como C.L.Moore. Henry Kuttner y James Blish. Sin embargo mucho antes que estos escritores, Neil R. Jones, Edgar Rice Burrougs (el mismo autor de Tarzan) y John W. Campbell, escribieron sobre estos hombres mecánicos. Un fragmento de Homo Plus de Frederik Pohl:

    “El primer hombre al que transformaron en cyborg fue probablemente Willy Hartnett (...)
    Al principio los cambios habían sido pequeños y temporales.
    No se le había cambiado el corazón. Únicamente había sido suplido temporalmente por un impulsor de plástico suave que llevó durante una semana atado a la espalda.
    Sus ojos tampoco habían sido tocados... por el momento. Sólo se les cerraron fuertemente con una especie de venda de goma, mientras practicaba una nueva habilidad para reconocer formas confusas del mundo que le eran reveladas a través de una cámara electrónica que zumbaba de manera estridente y que habían conectado, tras una operación quirúrgica, a su nervio óptico.
    Uno a uno todos los sistemas que le convertían en un marciano fueron probados.     Cuando todos los componentes fueron probados, ajustados y se demostró que funcionaban satisfactoriamente, se le practicaron los primeros cambios permanentes.
    No serían realmente permanentes. Esta era una promesa a la que Hartnett se aferraba (...). Todos los cambios podrían ser reversibles y lo serían. Una vez hubiera sido cumplida la misión y él estuviera sano y salvo de regreso, le quitarían toda la chatarra y le repondrían de nuevo los suaves tejidos humanos, de forma que recobraría su forma humana”.


4. El androide.

    Éste es un robot con apariencia de ser humano, es decir, un humanoide mecánico. Un androide tiene configurado su estructura externa de tal modo, que se asemeja a un hombre o una mujer, y tanto su aspecto físico como su mente. Pueden poseer un sexo definido.
    Existen dos tipos de androides. Primero están los que se asemejan a un ser humano, pero que a la simple vista se diferencian de un homo sapiens debido a su apariencia artificial y metálica (claro que en su construcción muy bien se podría usar algún plástico durísimo e incluso alguna madera especialmente tratada para su duración, todo esto, según el grado de fantasía del autor). Por su parte, la mayoría de los robots que salen en las ficciones de Asimov, corresponden a este primer tipo, siendo casi todos los robots protagonistas de los cuentos que analizamos en esta memoria de esta forma.
    Segundo, existen los androides que aparte de tener una apariencia humaniforme (tal y como los describe el mismísimo Asimov en algunas de sus obras), poseen tejidos, órganos, piel, pelos e incluso secreciones que simulan la de los seres orgánicos. En algunas obras de ciencia-ficción los androides están “envueltos” en material genético humano, gracias a cultivos de ADN, de modo que sólo en su interior se observan los elementos mecánicos y robóticos; es lo que pasa, por ejemplo, con los androides llamados Unidad Cerebral Nexus 6 de la novela de Phillip K. Dick, ¿Sueñan los Androides con Ovejas Electrónicas? y que inspiró a la famosa película Bladerunner, llamándoseles en el film “replicantes” y en la que el único medio para distinguir a un humano de un replicante es a través del minucioso análisis de las respuestas eléctricas de sus nervios ópticos. También tenemos a Stephen Byerley protagonista del cuento La Prueba de Asimov, quien es llamado por este autor como "Robot humanoide". Como vimos anteriormente, Stephen tiene apariencia humana (piel, pelo, carne, ojos reales), pero posee cerebro positrónico. De la novela Endymion de Dan Simmons:

“-Podrías modificar el color de tu piel. El cirujano automático de la nave puede hacerlo...-Callé de nuevo, viendo en su expresión algo que no entendía.
-Como sabes, M. Endimion, los androides no somos programados como máquinas, ni siquiera tenemos parámetros básicos y asimotivadores como las primeras IAs de ADN que evolucionaron hasta convertirse en las inteligencias del Núcleo, pero cuando diseñaron nuestro instinto nos impusieron ciertas inhibiciones. Una consiste en obedecer a los humanos cuando sea razonable e impedir que sufran daño. Este asimotivador es más antiguo que la robótica y la bioingeniería, según me han dicho. Pero otro instinto consiste en no modificar el color de mi piel.
-¿No eres capaz de ello? ¿No podrías hacerlo aunque nuestras vidas dependieran de que ocultases tu piel azul?
-Oh, sí. Soy una criatura dotada de libre albedrío. Podría hacerlo, sobre todo si la acción fuera coherente con asimotivadores de alta prioridad, tales como vuestra protección, pero mi elección me pondría... incómodo. Muy incómodo.”


5. La Inteligencia Artificial (IA).

    Una IA necesariamente no es un robot. Esto quiere decir que una inteligencia artificial no tiene por qué estar sujeta a las leyes de poseer un cuerpo como cualquier robot, sino que es más bien una conciencia surgida a través del desarrollo de una computadora que ha cobrado vida como ser pensante. Luego de esto, una IA puede hacer lo que desee, construyéndose uno o más cuerpos donde deposita su mente o sólo parte de ella. Algunas IAs que aparecen en las obras de ciencia-ficción habitan en dimensiones ajenas a la física, o en realidades virtuales gracias al desarrollo de la Internet, teniendo acceso al mundo físico gracias a conexiones electrónicas y a los robots que manejan. También puede ser que una IA se proyecte a través de un holograma, para interactuar con los orgánicos, o exista meramente a través de una forma holográfica, tal como sucede con el “Doctor” virtual de la serie de televisión Viaje a las Estrellas: Voyager, quien piensa, siente y actúa al igual que un ser humano, con la distinción ya mencionada. Nuevamente Dan Simmons, pero ahora en Hyperion:

“(...) Las IAs se habían liberado del control humano más de tres siglos atrás, antes de mis tiempos, y aunque continuaban sirviendo a la Hegemonía, como aliados, asesorando a la Entidad Suma, monotorizando la esfera de datos y usando sus aptitudes predictivas para evitarnos errores garrafales o desastres naturales, el TécnoNúcleo en general realizaba sus indescifrables y nada humanas actividades en privado.
    Por norma general las IAs tratan con los humanos y las máquinas humanas por medio de una esfera de datos. Pueden crear un holo interactivo si lo necesitan (...).


El recordado Hal-9000 de "Odisea 2001".


6. El cíbrido.

    Concepto originalmente acuñado por el escritor Dan Simmons en su saga Hyperion, la cual comprende cuatro libros en total. Esta especie es en sí un robot totalmente orgánico, y su existencia está ligada a la de las IAs comentadas arriba.
    Un cíbrido es organismo conciente creado a partir de ADN humano en cuyo cerebro, también de tejido, alberga la conciencia de una IA, o al menos parte de ella. Es utilizado por las IAs como medio de locomoción y para interactuar con los humanos, así como para permitir a la IA experimentar lo humano en todas sus expresiones (sentimientos, pasiones, emociones, entre otros). Se podría decir que un cíbrido es algo así como una marioneta para una IA. Esta última especie puede no tener conocimiento de que su “vida” está regida por los designios de una IA, siendo además parte de ella, pero también puede llegar ser independiente de la misma. En la saga de Hyperion, los cíbridos que hay, son en realidad experimentos de las llamadas IAs del “TecnoNúcleo” para poder comprender más a la raza humana; así un cíbrido es una copia, un clon de una figura humana histórica de la que, además de utilizarse su material genético para realizar el cíbrido, se ha imitado su personalidad usándose todos los registros que existiesen sobre esa figura (en las dos primeras novelas de esta saga, es del poeta romántico inglés, John Keats de quien se ha hecho un cíbrido).

    “Johnny- su verdadero nombre era un código de dígitos, letras y serie de cifras más largas que mi brazo- era un cíbrido.
    Los cíbridos son otra cosa. Confeccionados con material genético humano, tienen una apariencia una conducta externa mucho más humana de la que se concede a los androides. Los convenios entre el TecnoNúcleo y la Hegemonía permiten sólo la existencia de un puñado de cíbridos.
    -Tengo un cíbrido..., se podría decir que soy un cíbrido, porque mi... función...es observar a los seres humanos y reaccionar ante ellos. En cierto sentido fuí humano una vez.
     -Bien, yo soy, o era, un proyecto de recuperación anterior y mucho más complicado. Mi personalidad núcleo se basaba en un poeta de Vieja Tierra anterior a la Hégira. Antiguo. Nació a fines del siglo dieciocho según el viejo calendario.
     -¿Cómo cuernos reconstruyen una personalidad que se perdió en el tiempo?
     -Por los escritos- respondió Johnny-. Cartas, diarios, biografías críticas, testimonios de amigos, pero sobre todo mediante los poemas. El simulador recrea el entorno, inserta los factores conocidos y trabaja a partir de los productos creativos. Voila... un núcleo de personalidad (...).
     -¿Entonces, qué? Construyen su personalidad a partir de un poeta muerto. ¿Qué hacen luego?
     -Esto se transforma en el molde a partir del cual crece la IA. El cíbrido me permite desempeñar mi papel de la comunidad de datos”.



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