domingo, 23 de noviembre de 2014

La alegoría cristiana de “El Hombre que fue Jueves” de G. K. Chesterton.


      Publicada en 1908, El Hombre que fue Jueves de G. K. Chesterton es una novela policial del mismo autor de los cuentos del padre Brown (famoso detective aficionado de la literatura del género) y en la cual este escritor y filósofo inglés se dio el gusto no solo de contar una historia llena de todo su ingenio y gran capacidad para entretener creando personajes entrañables, sino que además plasmar en ella sus ideas devotas y religiosas en sintonía con su fuerte raigambre católico.
    Con un título tan confuso como este, el libro se llama así debido a que su protagonista, un joven policía que pertenece a una muy particular elite de su organización, en medio de la misión en la que se encuentra recibe el nombre clave de Jueves
    Desde el principio la obra resulta ser una agradable engaño para el lector, lo mismo que para sus propios personajes, ya que parte de tal manera que bien pareciera que el libro trataría de cualquier cosa y menos del intento de desarticular un violento complot por parte de un grupo de anarquistas mundiales, que desean desestabilizar la nación de Gran Bretaña (y por extensión aplicar sus propósitos más tarde al resto del mundo).  De este modo la novela parte con una muy singular descripción de una comunidad bohemia y que al final para la trama apenas posee importancia…salvo introducir a dos de sus más relevantes actantes; no obstante el narrador parte primero con quien salvo en los primeros capítulos, luego no vuelve a salir hasta su inesperado y emotivo desenlace (ya que el verdadero protagonista aparece en la historia casi como mera comparsa o contrapartida del otro y lo que es en realidad en este último caso de quien sería su “enemigo jurado”). 

     “Así y sólo así había que considerar aquel barrio: no taller de artistas, sino obra de arte, y obra delicada y perfecta. Entrar en aquel ambiente era como entrar en una comedia. Y sobre todo, al anochecer; cuando, acrecentado el encanto ideal, los techos extravagantes resaltaban sobre el crepúsculo, y el barrio quimérico aparecía aislado como una nube flotante. Y todavía más en las frecuentes fiestas nocturnas del lugar —iluminados los jardines, y encendidos los farolillos venecianos, que colgaban, como frutos monstruosos, en las ramas de aquellas miniaturas de árboles.
     Pero nunca como cierta noche —lo recuerda todavía uno que otro vecino— en que el poeta de los cabellos castaños fue el héroe de la fiesta. Y no porque fuera aquélla la única fiesta en que nuestro poeta hacía de héroe. ¡Cuántas noches, al pasar junto a su jardincillo, se dejaba oír su voz, aguda y didáctica, dictando la ley de la vida a los hombres y singularmente a las mujeres! Por cierto, la actitud que entonces asumían las mujeres era una de las paradojas del barrio. La mayoría formaban en las filas de las "emancipadas", y hacían profesión de protestar contra el predominio del macho. Con todo, estas mujeres a la moderna pagaban a un hombre el tributo que ninguna mujer común y corriente está dispuesta a pagarle nunca: el de oírle hablar con la mayor atención.
     La verdad es que valía la pena de oír hablar a Mr. Lucian Gregory —el poeta de los cabellos rojos— aun cuando sólo fuera para reírse de él. Disertaba el hombre sobre la patraña de la anarquía del arte y el arte de la anarquía, con tan impúdica jovialidad que —no siendo para mucho tiempo— tenía su encanto. Ayudábale, en cierto modo, la extravagancia de su aspecto, de que él sacaba el mayor partido para subrayar sus palabras con el ademán y el gesto. Sus cabellos rojo-oscuros —la raya en medio—, eran como de mujer, y se rizaban suavemente cual en una virgen pre-rafaelista. Pero en aquel óvalo casi santo del rostro, su fisonomía era tosca y brutal, y la barba se adelantaba en un gesto desdeñoso de "cockney", de plebe londinense; combinación atractiva y temerosa a la vez para un auditorio neurasténico; preciosa blasfemia en dos pies, donde parecían fundirse el ángel y el mono”.

     Cuando sucede el segundo de los tres encuentros entre estos dos sujetos, cada uno realiza al otro una sorprendente confesión acerca de quién es en realidad y cuál es su intención.  Es así que Lucian Gregory cuando justamente cree que ha desestabilizado el equilibrio de su interlocutor con sus palabras, recibe una cucharada aún mucho más concentrada de su propia medicina, cuando Gabriel Syme le revela su identidad.  Es entonces que el verdadero héroe de este argumento que va más allá de la típica obra policial, se ve inmiscuido por su propia voluntad entre un grupo de siniestros hombres y a los que piensa desarticular por su propias fuerzas, solo que luego se da cuenta de que cuenta con ayuda inesperada.  Ahora bien, una de las aristas más atractivas de este título resulta el lenguaje poético y lleno de connotaciones semánticas, que ocupa su narrador para referirse a los tipejos con los que se encuentra el encubierto Syme como policía que es; estos mismos son descritos como verdaderos monstruos o más bien demonios, con lo que se acentúa su carácter negativo.  En varios momentos de la lectura uno puedo regocijarse con la particular pluma de su autor para realizar preciosistas descripciones, que no desean caer en el detallismo del Realismo, sino que pretenden ser lo más artístico posible; no obstante como este libro es un engaño en muchos sentidos, el aparente maniqueísmo con el cual se introduce a este grupúsculo, cumple su verdadera razón de ser una vez que la luz de todo lo que es cierto termina por descubrirse a sus personajes (sin embargo el mencionado maniqueísmo de estas caracterizaciones, atienden muy bien a la idea de mostrar a quiénes se supone atentan contra el verdadero orden de la cosas, como a hombres de condición antinatural):


     “Habíale parecido al principio que todos los comensales, con excepción del peludo Gogol, eran personas comunes y corrientes por el aspecto y el traje. Pero al observarlos mejor, comenzó a descubrir en todos y cada uno de ellos lo mismo que había advertido en el que le esperó junto al Támesis: algún rasgo demoníaco. Aquella risa descentrada que desfiguraba de cuando en cuando la hermosa cara del que había sido su guía, era "típica" de todos aquellos "tipos". Todos tenían algo, perceptible tal vez a la décima o a la vigésima inspección; algo que no era del todo normal y que apenas parecía humano. Idea que trató de formularse, diciéndose que todos tenían aspecto y presencia de personas bien educadas, pero con una ligera torsión, como la que produce la falla de un espejo. Esta excentricidad semioculta, sólo podrá definirse describiendo uno a uno todos los tipos. El cicerone de Syme llevaba el título de Lunes; era el secretario del Consejo, y nada era más terrible que su tuerta sonrisa, a excepción de la espantosa y satisfecha risotada del Presidente. Pero ahora que Syme lo observaba más de cerca, advertía en el secretario otras singularidades. Su noble rostro estaba tan extenuado, que Syme llegó a figurarse que lo trabajaba alguna profunda enfermedad; pero, en cierto modo, el mismo dolor de su mirada negaba esta suposición. No: aquel hombre no era víctima de una dolencia física. Sus ojos brillaban con una tortura intelectual, como si el solo pensar fuese su dolencia. Esto era común a toda la tribu; todos tenían alguna anomalía sutil y distinta. Junto al secretario estaba el Martes, el peludo Gogol, cuya locura era más notoria. Después venía el Miércoles: un tal Marqués de San Eustaquio, figura harto característica. A primera vista, nada extraño se notaba en él, salvo que era el único a quien el traje elegante le sentaba como cosa propia. Llevaba una barbilla negra y cuadrada, a la francesa, y una levita negra y todavía más cuadrada, a la inglesa. Syme, muy sensible a tales encantos, pronto percibió que, en torno a este hombre, flotaba una atmósfera rica, tan rica que era sofocante, y que recordaba, quién sabe cómo, los olores soporíferos y las lámparas moribundas de los más tétricos poemas de Byron y de Poe. Al mismo tiempo, parecía que estuviera vestido con materiales no más ligeros, sino más suaves que los demás; el negro de su traje se dijera más denso y cálido que el de las sombras negras que le rodeaban, como si fuera el resultado de algún color vivo intensificado hasta el negro. Su levita negra semejaba negra a fuerza de ser púrpura intensa. Su barba negra negreaba a fuerza de ser azul. Y entre la espesura nebulosa de aquella barba, su boca rojo-oscura era desdeñosa y sensual. De seguro no era francés: acaso judío; tal vez procediera de mayores profundidades, en el profundo corazón del Oriente. En los abigarrados cuadros y mosaicos de Persia, que representan cacerías de tiranos, se ven esos ojos de almendra, esas azulosas barbas, esos crueles labios escarlata”.

El autor.
     Y no obstante una vez que la historia se va desarrollando y desenredando, queda de manifiesto que nada es lo que parece, si bien el misterio propio de una obra policial ya está servido, así como el crimen (en este caso un atentado a la paz que debe ser disuelto antes de llevarse a cabo) también se hace presente para convertir el texto en una obra llena de intriga e incluso acción como bien esperaría un seguidor del género.
     El héroe principal es justamente “el hombre que fue Jueves”, porque cada uno de sus compañeros de complot recibe el nombre clave de un día de la semana, con el propósito de no descubrirse entre sí su verdadera condición.
     El libro posee asimismo una muy singular cuota de humor (muy inglés dirían algunos) y que llega a su cenit hacia la espectacular persecución del líder de los anarquistas, todo en un escenario que más bien parece salido de un cuadro surrealista por su considerable ridiculez y carga onírica:

     “El Domingo los arrastró en loca carrera hacia el noroeste. Su cochero, sin duda bajo la influencia de alicientes extraordinarios, hacía correr desesperadamente al caballo. Pero Syme, que no estaba para andarse con miramientos, se puso de pie en el coche y empezó a gritar:
      — ¡Al ladrón!
      Empezó a acudir gentío, y la policía a intervenir e interrogar. Esto produjo su efecto en el cochero del Presidente, que comenzó a vacilar y a morigerar la carrera. Abrió el postigo para explicarse con su cliente y, al hacerlo así, abandonó un instante el látigo. El Domingo se levanta, se apodera del látigo, y fustiga al caballo y lo arrea con gritos estentóreos. Y el coche rueda por esas calles como un huracán. Y calle tras calle y plaza tras plaza volaba el estrepitoso vehículo, el cliente azuzando el caballo y el cochero tratando de sofrenarlo. Los otros tres coche iban detrás como unos sabuesos jadeantes, disparados por entre calles y tiendas, verdaderas flechas silbadoras.
     En el punto más vertiginoso de la carrera, el Domingo se volvió y sacando fuera del coche su inmensa cara gesticulante, mientras el viento desordenaba sus canas, hizo a sus perseguidores una mueca horrible como de pilluelo gigantesco. Después, alzando rápidamente la mano, lanzó a la cara de Syme una bola de papel, y desapareció dentro del coche. Syme, para evitar el objeto, lo atrapó instintivamente con las manos: eran dos hojas comprimidas. Una dirigida a él, y la otra al Dr. Bull, con un irónico chorro inacabable de letras a continuación de su nombre. La dirección del mensaje al Dr. Bull era mucho mayor que el mensaje, pues éste sólo constaba de las palabras siguientes:
      "¿Qué hay ahora de Martín Tupper?"
      — ¿Qué quiere decir este viejo maniático? —preguntó Bull muy intrigado— y a usted Syme, ¿qué le dice?
      El mensaje de Syme era menos lacónico:
      "Nadie lamenta más que yo todo lo que huela a intervención del Archidiácono. Creo que las cosas no llegarán a ese extremo. Pero, por última vez ¿dónde están sus chanclos? La cosa es muy grave, sobre todo después de lo que ha dicho el tío"
       El cochero del Presidente parecía haber recobrado el gobierno de su caballo, y los perseguidores pudieron ganar algún terreno al llegar a Edgware Road. Y aquí aconteció algo providencial para los aliados. El tráfico estaba interrumpido, y algunos vehículos se echaban a un lado apresuradamente, pues del fondo de la calle llegaba el tañido inconfundible de la bomba de incendios, que pocos segundos después se vio pasar envuelta en un trueno de bronce. Pero he aquí que el Domingo salta del coche, alcanza la bomba a todo correr, y se mete entre los asombrados bomberos. Se le vio perderse en la atronada lejanía, haciendo ademanes de justificación”.

     Teniendo en cuenta los simbolismos religiosos católicos, mensajes y/o reflexiones a los que gusta invitar a su escritor para con sus lectores, resulta relevante tener en cuenta la dimensión que toman sus personajes y que comienza con el verdadero sentido de sus nombres, como con el de sus “sobrenombres” (los 7 días de la semana) y que terminan con el misterioso y hasta cierto punto ominoso Domingo.  No es afán de este texto quitarle al potencial nuevo lector de esta recomendable novela la maravilla que significan cada una de las revelaciones que se van dando en crescendo a través de sus páginas, pero sí creo es posible compartir unas cuantas reflexiones a manera de pistas sobre el sentido oculto de esta obra; para ello hay que tener en cuenta la misma religiosidad cristiana de Chesterton:  Dentro de la doctrina de la Iglesia y sus principios se encuentra la noción de que Dios posee un plan para cada uno de nosotros y que en la medida que lo que hacemos en vida se asemeja más a ese plan divino, nos acerca lo más posible a la realización personal y con ello a la felicidad en su más exacto y completo estado.  No obstante existe el libre albedrío y Dios permite a Sus hijos llevar por sus propias riendas los caminos de su vida…de este modo algunos se acercan más y otros se alejan en mayor medida a lo que se espera de ellos.  Todo esto corresponde al orden natural de las cosas salido de la misma omnipotencia del Creador y es por esta razón que el no apego a dicho esquema implica el caos…y la anarquía misma (de modo que este mal disfrazado bajo la ideología del Anarquismo que preocupaba tanto a los hombres de la época del escritor, podía ser bien visto como una negación a aceptar las directrices divinas y que por ello devendría en perdición).  Así es como luego el libro mismo trata acerca de todo esto tanto en el plano terrenal, aunque por cierto claramente ligado a un estado mayor y universal de las cosas.   Como se trata además de un libro de clara orientación religiosa, el poder del amor cumple un papel preponderante y esto una vez que cada uno de sus personajes logra encontrar su rol en el mundo y se reencuentra con su Padre.  Por último, Dios mismo se hace presente como personaje en la novela, pero de las maneras más insospechadas tanto para el lector como para sus protagonistas; sin embargo en todo momento destaca en él su inmensa sabiduría (la llamada omnisciencia) y con ello queda de manifiesto el viejo adagio que afirma que sus caminos son misteriosos.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Los superhéroes vistos por un verdadero experto.


     En el transcurso del año 2011 se publicó un libro que bien podría considerarse como capital, a la hora de entender cabalmente el fenómeno de los cómics de superhéroes.  Su título es Supergods, Superdioses en la lengua del Quijote, y la elección de este nombre bien atiende a las cualidades superiores de dichos personajes (como sus habilidades físicas, mentales e incluso extraordinarias), en oposición a la del resto de los mortales en sus universos ficcionales.  El tomo que viene a ser un ensayo por la manera seria en la que aborda el tema, analizando este tipo de arte desde sus inicios hasta nuestros días, fue escrito por Grant Morrison y quien es considerado en la actualidad como uno de los guionistas más importantes del llamado noveno arte.   De este modo el lector puede ahondar en distintos aspectos de uno de sus pasatiempos favoritos, como también incrementar sus conocimientos al respecto, todo de la mano de uno de los principales responsables a la hora de otorgarle al cómic su importancia actual como manifestación cultural.   Es obvio que los más acérrimos seguidores de las historietas de superhéroes saben quién es este sujeto con apellido de rockero, pero bien puede ser comprensible que para los menos ñoños su identidad puede ser desconocida… ¿Entonces por qué no hacer una pequeña presentación del autor de este texto de consulta y el cual bien resulta altamente recomendable para quienes desean aprender más sobre estos sujetos en mallas, desde un punto de vista  de corte más “académico”?
    Nacido en Escocia en 1960, es uno de esos escritores que corresponden a la llamada “invasión británica” de guionistas que llegaron a USA a partir de los ochenta y siendo su pionero nada menos que el también laureado Alan Moore (responsable de una de las mejores etapas de la Cosa del Pantano, creador además del popular John Constantine en las revistas de la mencionada Cosa y también autor de Watchmen, V de Vendetta, La Liga de los Hombres Extraordinarios, Desde el Infierno y los igualmente famosos relatos Para el Hombre que lo tenía todo y ¿Qué sucedió con el Hombre del Mañana? de Superman y La Broma Asesina de Batman).  De este modo a Moore le siguieron una serie de artistas provenientes de Gran Bretaña y que cobraron rápidamente renombre como Mark Millar, Garth Ennis, Neil Gaiman, Peter Milligan y Warren Ellis, entre muchos otros; así fue como el propio Morrison se convirtió en quizás el más popular (y polémico) de entre sus compatriotas-colegas.  No resultaría vano decir que todos estos insuflaron el mercado estadounidense de las novelas gráficas, que desde el Viejo Continente como niños aprendieron a amar, con historias por completo innovadoras y/o rupturistas; a su vez sus textos los llenaron de referencias literarias y mitológicas, de modo que ayudaron a convertir el género en un arte mucho más adulto y complejo que las meras obras de aventuras, entretención y fantasía que en su mayoría eran antes de su llegada. 
Grant "Lex Luthor" Morrison.
    A la hora de hablar de las características del trabajo de Grant Morrison, se debe destacar su interés por la llamada Edad de Plata de los cómics, puesto que se crio leyendo obras de este periodo.  Dicha actividad le permitió llegar a conocer a tal punto a sus  personajes predilectos, que luego en sus propias obras fue capaz de rescatar viejas ideas de aquellos tiempos, así como personajes ya olvidados, actualizándolos bajo su mirada más intelectual y onírica.  Asimismo temas recurrentes en sus trabajos son el mundo interior, la psicología, la percepción de la realidad, las drogas y la locura (por supuesto que estos muy ligados entre sí).  Siendo sinceros, pese a su genialidad, Morrison en muchas ocasiones no es un autor fácil de digerir; de hecho para muchos (entre los que me incluyo) no se encuentra entre sus guionistas predilectos, por el mismo hecho de que algunos de sus títulos a ratos entre tanta complejidad argumental pierden algo de lógica y/o continuidad, de modo que pareciera que a veces faltan viñetas e información para entender a cabalidad sus lisérgicas tramas.    
      Como ha sucedido con algunos en los inicios de su carrera profesional, Grant Morrison, quien incluso también incursionó en el dibujo para sus propios guiones, firmó para cómics independientes de su país.  Luego acaparó la atención de los cazadores de talento de DC y de ese modo cosechó sus primeros éxitos sacando del ostracismo a un oscuro superhéroe llamado Animal Man y a quien convirtió en todo un ícono; a su vez durante esta época fue el responsable de una de las novelas gráficas más connotadas de Batman: Arkham Asylum.  Teniendo en cuenta sus intereses por los temas de tipo surrealista, contó a su cargo con una destacada etapa del grupo de superhéroes más bizarro de todo DC, La Patrulla Condenada.  Por otro lado, ha tenido en sus manos los guiones de varias colecciones de Batman y en las cuales le concedió al Caballero Oscuro verdaderos hitos en su cronología (como su supuesta muerte, sus viajes en el tiempo, la aparición de su hijo Damian con Thalia al Ghul, y quien es el actual Robin, y la creación de un grupo de Batmans internacionales).  Asimismo también es de su autoría una de las mejores etapas de la Liga de la Justicia y la que para muchos es una de las mejores novelas gráficas de Superman: Superman all Star. Su lugar en DC ha llegado a ser tan preponderante, que es uno de los pilares del formateo de su universo en 2011 a través de los llamados Nuevos 52, encargándose de renovar a Superman tal cual como en su momento en 1986 le tocó a John Byrne al comienzo de la Post Crisis.  Siguiendo con su contribución para esta compañía, pero en lo que respecta a su línea  para adultos Vértigo, célebres entre los iniciados son sus colecciones de Los Invisibles y Flex Mentallo.  Pese a su sitial en la casa de Flash, Mujer Maravilla y Acuaman, también ha realizado trabajos para Marvel (donde tuvo unas cuantas desavenencias), siendo su título más relevante Nuevos X-Men y que se extendió a numerosas entregas.
     Ahora yendo de lleno al libro que inspira esta entrada, Supergods es un grueso tomo que abarca más de siete décadas en la historia de los cómics de superhéroes, comenzando, por supuesto, con la aparición del primero de ellos, Superman en el año de 1938.   El autor realiza un recorrido por la creación de DC y Marvel (en este último caso desde antes de recibir tal nombre), con la Edad de Oro, de Plata, la Oscura, el Renacimiento (como bien le gusta llamarla) y muchos otros momentos claves en el género.  A la par que Morrison presenta, analiza y critica varios de los aspectos respectivos, aprovecha de hacer una sucinta autobiografía desde su más tierna infancia, cuando descubrió el encanto de las historietas del género.  De este modo el lector no solo llega a conocer los datos más curiosos y atractivos del rubro, sino que además logra conectarse con los aspectos más íntimos del escritor hasta su presente, pudiendo ver los nexos entre sus creaciones y las vivencias personales que lo marcaron lo suficiente como para motivar sus ideas.  De este modo el libro resulta ser tanto un ensayo como una memoria, mezclando ambos estilos de no ficción y que bien se encuentran dedicados a la ficción misma de las viñetas.  Si bien puede resultar para muchos seductora la noción de conocer qué sucede con el proceso creativo de un artista a la hora de realizar sus obras (gracias a sus propias vivencias como fuentes de inspiración), para algunos pueden llegar a aburrir sus confesiones y en especial aquellas que atienden a sus recuerdos más alucinantes (como viajes astrales gracias al uso de drogas y otros); no obstante lo que sí puede resultar mucho más interesante para la mayoría del público, es cuando cuenta aquellos detalles que uno ignora acerca de cómo funciona el mundo de las editoriales y cómo fue que se originaron muchas de las sagas y varios de los personajes más célebres de la historieta superheroica.   He aquí como muestra un botón de las confesiones  acerca de las “aventuras místicas” de Gran Morrison y que abundan entre las páginas de su libro:
    “Un viaje en tren desde Bangkok, a través de las montañas de Malasia. El Templo de las Serpientes en Penang. Un viaje en bus a Singapur vía Kuala Lumpur, sus multicolores pináculos futuristas tan fabulosos como Oz, durante la noche medio despierto.
     Había tortillas de setas mágicas en Jogjakarta, paseos en moto a las ornamentadas y húmedas ruinas de Prambanan y Borobudur, el colosal mándala platillo volador en tierra, donde la historia de la vida se proyecta en terrazas de piedra.
     En un jardín tropical en Bali, contento de estar vivo, borracho de oxígeno y de las fragancias explosivas de las flores tropicales, me imaginé a mi mismo dando vueltas y vueltas alrededor del mundo como un satélite, descansando en los jardines de los hoteles entre visita y visita a los pequeños cines locales, mandando guiones desde atolones del Pacífico y aldeas en la selva tropical. Mi amigo Emilio, de las tardes de cómics caseros en los setenta, se había trasladado a los EE.UU. para encontrarse con su distanciado padre antes de acabar en las afueras de Santa Fe, donde encontró trabajo y alojamiento con un joven y prominente artista de la cerámica zuni. Pasé un par de días que me cambiaron la vida en el Pueblo, terminando con un viaje de ácido en la sagrada mesa con vista al Río Grande, mientras fluía como un río de chocolate a través de un amanecer en el Edén. Mi mente se sintió diez mil veces más grande. Había encontrado mi ¡SHAZAM!
     De vuelta a casa, me sentí renacido, más confiado, creativo y vivo que nunca antes. Para mi sorpresa y deleite, las chicas amaban mi cabeza calva y constantemente querían tocarla. Y uno que se había preocupado todos esos años por la caída del pelo.
     Tuve también que profundizar más en los experimentos mágicos. Había leído sobre la tradición berdache del chamanismo, y decidí que podía hacer una versión resplandeciente, noventera, de la magia del caos, como una forma de sacudir mi identidad y convertirme en mi propio completo opuesto. Un par de catálogos de ropa fetichista después, y ya había ensamblado un brillante kit de disfraces que haría avergonzar al de Jimmy Olsen. Las ropas y el maquillaje me permitieron transformarme en un alter ego femenino que ahora había creado para sustituirme en las operaciones mágicas más oscuras que estaba llevando a cabo. Estaba entrando en un área muy bizarra de consciencia y encontré que la “chica” era más inteligente y valiente, y podía negociar y defenderse más fácilmente de las predadoras entidades “demoníacas”. Al menos esa era mi justificación personal para un comportamiento tan épicamente raro. Si ayuda, consideren demonios como “malos” estados mentales, paralizantes néurosis o miedos. Vestido en vinilo negro y tacones de quince centímetros, maquillaje de bailarina, y una peluca rubia, empecé a tratar libremente con fuerzas angelicales, loa del vudú africano, los Reyes y Señores enochianos, la escoria de Goetia y de los Túneles de Set, entidades lovecraftianas, y otros personajes ficticios y alienígenas. Realizaba rituales de todo tipo para ver si funcionaban, y resultaban todo el tiempo. Por loco que suene, y suena un poco loco incluso para mí en estos días, todo esto fue hecho con el rigor y la precisión de los experimentos científicos”.

Portada de la primera entrega de
Animal Man escrita por Morrison y que transformó
a su superhéroe en un referente obligado para los cultores del género.

     El tomo se encuentra dividido en varios capítulos de nombres rimbombantes y escogidos tanto para entusiasmar a los lectores, como para sintetizar los subtemas de qué tratan; por ende todos sus títulos hacen referencia en tono superheroico a varios aspectos de este tipo de cómics, como su evolución, autores y personajes destacados. Entre medio el escritor cuenta pasajes de su vida personal y profesional ligados a las historietas. 
     A la hora de repasar de forma somera cada uno de los apartados que componen este libro, no se puede olvidar su espectacular comienzo analizando nada menos que las portadas de las revistas número 1 de Superman y Batman de forma respectiva ( El Dios Solar y el Caballero Oscuro) y que evidencia la misma agudeza de Morrison por el análisis estético que realiza al respecto, descubriendo al lector importantes simbolismos que a uno mismo por mucho que sea un fanático se le escapan (en todo caso realiza el mismo ejercicio intelectual con las tapas de otros cómics clásicos). De este modo sobre la primera aparición de Superman afirma: 

     “Volviendo a la portada: Miren el hombre de cabello negro vestido con un traje ajustado azul y rojo con una capa arrastrándose detrás suyo cuando se mueve de izquierda a derecha a través de la línea ecuatorial del dibujo. El brillante diseño de escudo contiene una S (gules en un campo, como dirían en la sociedad heráldica). El hombre es capturado en movimiento, parado en el dedo gordo de su pie izquierdo, casi tomando vuelo mientras levanta, como si no pesara, un automóvil verde oliva sobre su cabeza. Usando ambas manos, martilla el vehículo hasta hacerlo añicos contra un afloramiento rocoso convenientemente colocado en lo que parece un paisaje desértico. En la esquina inferior derecha, un hombre con un traje de negocios azul corre fuera del cuadro, agarrándose la cabeza como en El Grito de Edvar Munch, su cara es una caricatura que farfulla terror existencial, como un hombre en los límites mismos de la cordura por lo que acaba de presenciar. Sobre su cabeza, otro hombre, usando un conservador traje de dos piezas café, puede verse escapando hacia el norte con respecto a lo que sería el oeste del primer hombre. Un tercer hombre, igualmente aterrorizado, gatea en sus manos y rodillas, sin chaqueta, boquiabierto a los pies del vándalo superhumano. Su postura abyecta demuestra su sumisión lastimosa hacia el macho alfa definitivo. No hay un cuarto hombre: Su lugar en la esquina inferior izquierda está ocupado por un neumático blanco, rebotando pues se ha salido de su eje. Como los chicos malos de ojos muy abiertos, también está tratando de alejarse lo mejor que puede del destructivo hombre musculoso”.

Después acerca de la imagen introductoria de Batman dice:

     “Esta imagen, aún más cruda que la de Shuster en la portada de Action Comics, muestra a dos hombres con sombrero en una azotea con vista al contorno de la ciudad, sorprendidos frente a un espeluznante espectáculo que se desarrolla en el cielo. Uno de los hombres sostiene una pistola pequeña y femenina, convirtiéndolo en alguna delicada variante de ladrón. Batman se balancea desde la derecha, donde su baticuerda desaparece en la esquina superior derecha, sujetándose a la nada. Él era una figura dramática con alas de un murciélago gigante extendidas y arqueadas. Hay un tercer hombre al que sostiene en un agarre, dejando las piernas de la desafortunada victima pateando y colgando sobre las calles de la ciudad mucho más abajo. Aunque se entiende que es de noche, el cielo es de un amarillo ácido abrasador, que quizás sugiere un intenso reflejo en las nubes bajas de la ciudad repleta que está abajo. Tiene el efecto de una pintura de Magritte, donde es día y noche, imposiblemente, al mismo tiempo.
A pesar de todo, carece de la poderosa composición del debut de Superman. Kane simplemente no era tan buen dibujante como Shuster, pero la naturaleza profundamente escalofriante de este héroe se expresó en términos inequívocos. La historia introductoria de seis páginas iniciaba con la misma llamativa y puntiaguda silueta, posando esta vez contra una luna llena que se elevaba sobre la ciudad. Lo que a Bob Kane le faltaba como dibujante —con sus gruesas líneas que parecían impresas con papas— se compensaba con atmósfera y un estilo que era de alguna forma sugestiva como el cine europeo expresionista.
     Mientras Superman rompió y estableció reglas y catapultó a sus lectores en medio de una nueva clase de acción, Batman se fue a la segura con un texto de apertura que les contaba todo lo que necesitaban saber.
    <<¡El ‘HOMBRE-MURCIÉLAGO’, UNA FIGURA MISTERIOSA Y AVENTURERA PELEANDO POR LA RECTITUD Y APREHENDIENDO A LOS MALHECHORES EN SU SOLITARIA BATALLA CONTRA LAS FUERZAS MALVADAS DE LA SOCIEDAD — SU IDENTIDAD PERMANECE DESCONOCIDA!>>”.

    
La Patrulla Condenada de Morrison es
una lectura obligada para quienes desean
historias de lo más originales.
Luego resultan igual de reveladores los episodios dedicados al Capitán Marvel, el Capitán América, la Mujer Maravilla y Flash (El Hijo del Rayo, El Superguerrero y la Princesa Amazona, Los productos químicos y el rayo), siendo que por cada uno de ellos el autor entrega datos más que curiosos sobre su génesis a la hora de crearlos sus propios autores y en el caso de Diana de Temiscyra, no puede ser más morbosamente entretenido todo lo que Morrison saca a la luz.  Luego lo que concierne a la creación de Marvel y a sus primeros años, se convierte en la lectura ideal para comprender el éxito de la Casa de las Ideas (Los 4 Fantásticos y el nacimiento de Marvel).  Muchos años pasan desde que uno inicia el recorrido por el mundo y la historia de los cómics, guiado por este verdadero chamán de los superhéroes; asimismo entre medio es posible entrar de lleno en su formación como artista desde sus primeras contribuciones para este campo, hasta varios de sus éxitos una vez conseguida la consagración definitiva (entregando por cierto datos más que fidedignos para conocer mejor su abultada producción).  Un capítulo aparte es el que le dedica a la importante (y para muchos denostada) editorial independiente Image y a la que se nota Morrison no le tiene gran simpatía, de donde viene el popular personaje de Spawn (en Imagen contra sustancia, siendo su nombre una alusión doble y directa a esta compañía que en su momento le dio millonarios encargos).  En cuanto al apartado sobre el sello Wildstorm y que antes pertenecía a Image, hace que el lector quiera como nunca conseguirse sus obras (El Respeto a la Autoridad).  A su vez dedica otro revelador capítulo para todo lo relacionado con el inicio de la línea Ultimate de Marvel (con El nuevo Marvel  y el 11-S). También puede ser muy grato para quien se adentra en la complejidad de este ensayo, la sección acerca de las adaptaciones cinematográficas de sus cómics regalones, con sus comentarios y análisis de rigor, que bien puede ser una guía para tener en cuenta la apreciación y revisión de estos títulos (Hollywood huele la sangre).
    Por último, el libro termina con una más que relevante lista de títulos y novelas gráficas recomendadas por el escritor, para poder tener un conocimiento cabal de la evolución del género a través de sus distintas etapas; cabe destacar que Morrison no teme en recomendar varias de sus propias obras.  
     En español  la editorial castiza Turner Noema tuvo la gentileza de publicar en nuestro idioma tan formidable texto, pero lamentablemente lo hizo escogiendo una portada espantosa y más que sobria como pareciera que le gustan a los españoles por considerar las ilustraciones artísticas poco serias; además las imágenes de historietas clásicas de su interior las dejaron en blanco y negro, quitándoles en gran parte su impacto a la hora de acompañar el discurso del autor. En todo caso se les agradece sin dudas la osadía de otorgarle su sitial de importancia a los cómics, en el rígido mercado hispanoparlante editando un libro como este.  

¡No juzgues un libro por su (fea) tapa!

domingo, 16 de noviembre de 2014

El Temor a la Muerte en “Cementerio de Animales” de Stephen King.


     El tema de la muerte en sí resulta complejo.  Existen algunos que la ven tal cual un proceso natural y la aceptan como algo inevitable y que bien forma parte de nuestra existencia (ello independientemente de si creen en la llamada “vida después de la muerte”).  Para otros la idea de morir resulta un conflicto que les atormenta, puesto que el temor a la desaparición total de la conciencia es algo que no pueden sobrellevar y más todavía si se trata del fallecimiento de un ser querido; a lo anterior queda de manifiesto el miedo y el terror que provoca esta amenaza que pende sobre sus cabezas, de modo que todo ello se transforma en una pesadilla latente y constante.   Era de suponer entonces que la muerte misma fuese inspiración para un montón de artistas desde la Noche de los Tiempos, quienes con sus obras plasmarían su perspectiva al respecto (y por defecto las de sus propias raíces culturales).  Asimismo no está de más decir que en el caso de la literatura de horror, maravillosa y fantástica abundarían las historias en torno a este tema.
    En 1983 sale publicada la que sería considerada una de las mejores obras de Stephen King, Pet Sematary, conocida en español como Cementerio de Animales.  La novela en cuestión, bastante dura considerando su manera directa para abordar el tema de la muerte y el miedo mismo que ella provoca, resulta ser además uno de sus trabajos más gores y, como no, más perturbadores.  No obstante cuando se trata de hablar de esta obra, también es justo mencionar que incluso en su horror más sobrecogedor, se trata de una de sus narraciones largas más profundas a la hora de indagar en el corazón humano.
     Su trama, sin querer caer en los nefastos spoilers para no quitarle impacto a sus posibles nuevos lectores, es la siguiente: Un joven y exitoso matrimonio con dos hijos pequeños, una niña de unos 5 años y un chico de alrededor de 2, se traslada a una casa en una zona medianamente rural; la razón de ello ha sido que el hombre de la familia ha conseguido un nuevo puesto de trabajo como médico jefe de la universidad que queda en dicha comunidad.  Afuera de su casa hay una carretera donde seguido pasan grandes camiones de una empresa cercana, detalle que llega a convertirse en la clave para el inicio de la tragedia de esta agradable gente.  Los Creed llegan a conocer a su cordial vecino, un anciano que vive solo y que se convierte en el único amigo que llegan a tener en la zona  Este hombre ya experimentado en los vericuetos de la vida, termina por crear un estrecho lazo de confraternidad con quien bien podría ser su hijo y es así como le confiesa uno que otro secreto del lugar, entre ellos el de un abandonado cementerio indígena y el cual posee propiedades mágicas, si bien mejor conviene no meterse con ellas; lamentablemente como bien le dice el mismo vecino amigo a Louis Creed “El corazón del hombre es un camino pedregoso” y ello significa que no importan las advertencias, la debilidad humana es superior a las razones de la lógica y ello luego se traduce en más sufrimiento y por último en la condenación de los más débiles.
     Como se trata de una obra del género terrorífico, la novela aborda el impacto ominoso que tiene la idea de la mortalidad.  De este modo en más de un personaje y de una situación en concreto, el libro extrapola estos temores primigenios: por un lado se observa el caso de la esposa de Louis, quien sufre de verdadera necrofobia debido a un trauma provocado en su infancia y que ante las características espantosas de dicha experiencia, bien se puede llegar a entender su total rechazo a todo lo que tenga relación con la muerte.  Luego se encuentra el mismo cementerio de animales, creado por los niños de la zona para rendirles honores póstumos a sus mascotas y de ese modo enfrentarse a esta regla de la vida; no obstante como bien quedará detallado en sus páginas, los infantes ante su naturaleza más propensa a creer en lo extraordinario, tendrán su propia forma de sobrellevar este viejo dilema.  También es posible identificar en el texto la amenaza constante de una muerte dolorosa, donde el individuo pasa por una verdadera muerte en vida y a la larga es incapaz de enfrentar con serenidad sus tormentos. Por último, se encuentra la arista más grave de toda esta trama y ella corresponde a lo que sucede cuando nos encontramos frente a la inevitabilidad de perder a un ser querido y más todavía si ello se trata de un hijo y/o un pequeño inocente ¿Qué sucede con uno cuando el dolor es tan grande y la desesperanza también? Por lo tanto, la novela ahonda en las consecuencias que pueden traer las peores decisiones en los peores momentos de nuestras vidas; en cómo intentamos torcer con nuestra ceguera aquello que se encuentra por sobre las capacidades humanas y que como efecto, tal cual en las tragedias griegas, nos acarrea más tribulaciones.
Por muy anacrónica que pueda parecer esta escena para quien
no vio el filme...se trata de uno de sus momentos más perturbadores.
     Existen tres guiños bastante interesantes en este título, los cuales bien tienen que ver con la más rancia tradición literaria del género: En primer lugar se encuentra la presencia de un fantasma, exacto, del espíritu de un muerto que en el libro cumple la función de ser el intermediario para el protagonista con el mundo del Más Allá y quien  le advierte del verdadero mal que se esconde en el viejo cementerio Micmac.  Es así como su figura es heredera de los fantasmas del clásico Canción de Navidad de Charles Dickens (autor que se encuentra entre los favoritos de Stephen King) y de muchos otros seres que abundan en este tipo de historias y que se transforman en la herramienta del mundo sobrenatural para darle una que otra advertencia a los vivos de no traspasar sus fronteras.  También cabe destacar la mención al espíritu maligno del Wendigo, ser de la mitología indígena norteamericana y a quien un escritor como Algernon Blackwood (uno de los precursores de Lovecraft) le dedicó un famoso cuento titulado justamente El Wendigo.  Por último, si bien la génesis de esta obra se encuentra en las propias preocupaciones de su autor ante los miedos infantiles de sus hijos por el tema de la muerte, en parte también el escritor quiso hacer su propio homenaje a uno de sus cuentos de horror preferidos: La Pata del Mono de W. W. Jacobs; este clásico relato de terror cuenta no solo del regreso de la tumba de un hijo muerto y a petición de sus sufrientes padres, sino que además trata de la actualización del viejo adagio que dice “Ten cuidado con lo que deseas (moraleja de tantas historias) y que en esta novela toma un cariz aún mucho más dramático.
    Como elemento anecdótico se puede mencionar la presencia de un gato en el libro, el cual se transforma en todo un personaje dentro de este, puesto que su intervención en el argumento permite la entrada de las fuerzas oscuras que más tarde dominarán el clima de la historia.  Felinos y lo fantástico se encuentran profundamente ligados a lo largo del folclor terrorífico y para los seguidores del autor de esta obra, bien conocida les resulta su afición hacia estos animales; es así como en sus guiones cinematográficos para Los Ojos del Gato y Sonámbulos también poseen una marcada relevancia.
     El siguiente fragmento evidencia uno de los tantos niveles de horror a través de los cuales se maneja este libro y que van más allá del golpe efectista de monstruosidades, truculencia, violencia y sangre:

    “— ¿Te asustas? ¿De qué? ¿De la muerte?
     —No es mi muerte lo que me asusta. Casi nunca pienso en ella... Ya no. Pero cuando era niña pensaba mucho en eso. Y no podía dormir. Soñaba con monstruos que venían a comerme en la cama. Y todos tenían la cara de mi hermana Zelda.
     «Sí —pensó Louis—. Ya salió por fin, al cabo de todos estos años de matrimonio. Ya salió.»
      —No hablas mucho de ella.
      Rachel sonrió y le acarició la mejilla.
      —Eres un encanto, Louis. Yo nunca hablo de ella. Y trato de no acordarme siquiera.
      —Siempre pensé que tus razones tendrías.
      —Y las tengo.
      Guardó silencio, pensativa.
      —Sé que murió... de meningitis espinal...
      —Meningitis espinal —repitió ella, y Louis vio que estaba a punto de llorar—. En casa ya no hay ni una sola foto suya.
      —Yo vi la foto de una niña en...
      —... en el despacho de papá. Sí; lo había olvidado. Y mi madre lleva otra en el billetero, según creo. Tenía dos años más que yo. Cayó enferma..., y la pusieron en el dormitorio de atrás... en el cuarto de atrás, como un secreto vergonzoso, Louis, mi hermana murió en el cuarto de atrás, y eso ha sido siempre... un secreto vergonzoso.
      De pronto, Rachel se vino abajo, y en el tono cada vez más agudo de sus sollozos, Louis detectó, alarmado, un síntoma de histerismo. Extendió la mano y tocó un hombro que se desasió bruscamente.
      Sintió en las yemas de los dedos el roce de la seda del camisón.
      —Rachel..., nena... basta...
      Ella aún pudo dominar los sollozos.
      —No me impidas hablar, Louis. Sólo me quedan fuerzas para decirlo una vez, y no quiero volver a hablar de ello nunca más. De todos modos, tampoco iba a poder dormir esta noche.
      — ¿Tan horrible fue? —preguntó Louis, a pesar de que conocía la respuesta. Aquello explicaba muchas cosas, incluso incidentes que no parecían tener la menor relación encajaban ahora perfectamente. Rachel nunca asistió con él a un funeral, ni siquiera al de Al Locke, un compañero que murió en accidente de tráfico cuando el coche en el que viajaba chocó contra un camión. Al iba con frecuencia a visitarles al apartamento y Rachel le apreciaba. Pero no fue a su funeral.
      «Aquel día se puso enferma —recordó Louis—. Parecía gripe o algo por el estilo. Bastante grave. Pero al día siguiente estaba perfectamente.»
      «Estaba perfectamente después del funeral», rectificó. Ahora recordaba que ya entonces pensó que podía tratarse de algo psicosomático.
      —Fue horrible, desde luego. Mucho peor de lo que puedas imaginar. Louis, la veíamos empeorar de día en día, sin poder hacer nada. Tenía dolores constantes. Su cuerpo parecía encogerse... contraerse... Se le encorvaron los hombros y se le desfiguró la cara hasta convertirse en una especie de máscara. Sus manos eran como las garras de un pájaro. A veces yo tenía que darle de comer. Me horrorizaba, pero lo hacía sin protestar. Cuando el dolor aumentó, empezaron a darle calmantes, suaves al principio, pero los que le daban después la hubieran dejado perturbada para siempre, por años que hubiera vivido. Aunque todos sabíamos que no viviría. Seguramente por eso es para nosotros un secreto. Porque queríamos que muriera, Louis, deseábamos su muerte, y no era para que ella acabara de sufrir, sino para no tener que sufrir nosotros. Era porque parecía un monstruo y empezaba a ser un monstruo... Oh, Dios, ya sé que parece una espantosa barbaridad...”

   
     En 1989 se estrenó la versión cinematográfica dirigida por Mary Lambert y la cual contó con el guión del propio Stephen King, quien logró sintetizar y plasmar el complejo argumento de su novela en una impactante cinta de poco más de 1 hora y media. Teniendo en cuenta su éxito en las salas y de crítica, hoy en día es todo un clásico que no ha perdido su frescura audiovisual, como además tampoco ha dejado de choquear a sus nuevos espectadores. Su calidad como “obra de arte de masas” se debe en gran parte a la labor de su directora, quien logró otorgarle al filme una sensibilidad propia de alguien que hasta antes de su trabajo en esta producción, no había hecho terror, pero que sí contaba con el talento suficiente como para sacar el mejor provecho de sus actores y del guión de King (en este sentido es una lástima que la Lambert no haya hecho más cine de peso, luego de este largometraje y que se haya dedicado casi a hacer puro cine clase B, incursionando además en televisión y la factura de videoclips).  Si se trata de evaluar el trabajo de la directora en esta cinta, puntos a su favor resultan ser la escena que comienza como una bucólica e idílica comida al aire libre y que luego termina como la peor pesadilla para una familia; luego lo que le sigue, que corresponde a un velorio, acentúa aún más el dolor que trae consigo la pérdida violenta de un alguien amado; por ende, esta capacidad de la Lambert para alternar fluidamente entre una emoción y otra en la misma cinta, le otorga al producto final una seriedad y brillo artístico que convierten la adaptación de Cementerio de Animales, en una de las mejores películas originadas a partir de un texto de Stephen King (y, por qué no, en uno de los exponentes más destacados del género).
     La película es salvaje y no omite algunos de los momentos famosos por su crudeza del texto original.  Los pocos espantos que salen en ella son sin duda pavorosos y en las escenas que aparecen se roban la pantalla.  En la atmósfera más siniestra de esta cinta, que no deja de hacerse tormentosa a ratos por su tremenda humanidad, cumplen un papel destacado los flashbacks que corresponden a las narraciones que hacen algunos de los personajes de sus recuerdos más terroríficos.  Cuando se producen estos vistazos al pasado, se presentan cual viñetas de los viejos y recordados cómics de la EC, historietas de terror sofisticado y explícito a las que Stephen King también no deja de rendirle pleitesía; es así que estas imágenes del pasado secreto y develado solo a los “indicados”, se convierten en escenas de antología y potencian aún más la noción de que tras la aparente normalidad se esconde un universo de horrores.  Si bien Pascov, el “fantasma de la guardia” del protagonista para nada es un ser maligno, su presencia, bastante física en todo caso, es magnífica y efectiva.
     Dentro de lo que respecta a los actores, cada uno de los que intervinieron en esta verdadera cinta de culto realiza un trabajo más que eficiente; no obstante en este apartado se debe destacar el trabajo de dos de sus intérpretes y que en el filme tienen a su haber personajes claves, asimismo como por su edad representan momentos vitales significativos en sus carreras profesionales: Es así que por un lado se encuentra Fred Gwynne, quien al intervenir en esta cinta ya había logrado cosechar varios éxitos en su campo, siendo además ya un hombre bastante maduro y a pocos años de fallecer; de este modo el veterano histrión tuvo a su cargo el papel de Jud Cramdall, el anciano vecino que se hace amigo de la familia Creed, logrando transmitir la sabiduría y amabilidad de un hombre sabio y digno de confianza con una naturalidad sobrecogedora.   Por otro lado se haya el pequeño Miko Hughes al principio de su filmografía y quien hoy ya todo un hombre, sigue trabajando en estas disciplinas; su labor tan convincente a su corta edad, que llega a sorprender en los actos más espeluznantes, se convierte en la contrapartida ideal de lo hecho por el ya experimentado Gwynne (al respecto es considerable recordar la última escena juntos y que de seguro en su momento debió tener problemas con la censura, algo que incluso hoy en día podría despertar recelo por su carga tan macabra).
      Como bien gusta a Stephen King (quien se reservó un pequeño papel en esta película) en la novela cita a su comienzo la letra de la canción de uno de sus grupos favoritos de rock, The Ramones, con quiénes incluso entabló amistad; relacionado con esta película y los músicos mencionados, puede resultar interesante saber que el creador de 22/11/63, Salem´s Lot y de Maleficio contó con una canción hecha en exclusiva por esta banda para el filme.  Por otro lado, siguiendo con lo concerniente al apoyo musical de esta obra, plausible viene a ser su banda sonora, bastante ominosa por cierto, a cargo de Elliot Goldenthal en los inicios de su contribución para el séptimo arte; de este modo escuchar sus coros (claramente herederos del trabajo de un verdadero maestro como lo fue Jerry Goldsmith en La Profecía), tanto dentro de la película como fuera de ella, si uno tiene el gusto de poseer su soundtrack, resulta más que grato a los oídos melómanos por cómo acentúa en el largometraje la presencia de un mal ancestral acechante.
     Para finalizar, recomendable es adquirir la edición en blu-ray del largometraje y que fue remasterizado a tal punto, que casi parece una película actual; además posee una serie de documentales que se agradecen, con entrevistas al propio Stephen King, Mary Lambert y otros más, entregando todos ellos datos sabrosos acerca del origen del libro y de su versión para el cine.

Louis Creed conoce a Victor Pascov.

domingo, 2 de noviembre de 2014

La batalla por la memoria: “El Vigía”.


     Marvel Comics se pude jactar sin problemas de poseer un grupo de personajes realmente notable, atractivo y a tal punto que hasta se podría decir que hace rato ya que le ganó en popularidad y complejidad a DC (¡Lo siento, me gusta más esta última compañía, pero no puedo negar la superioridad artística de su competidora!).  Eso sí considerando que DC es mucho más antigua que Marvel por varias décadas, el universo marvelita no vaciló en copiar varios de los elementos más llamativos de su predecesora: es así como Peter Parker, Spiderman, trabaja en un diario al igual que ClarkKent/Superman, Daredevil es un justiciero nocturno de aspecto amenazador tal cual Batman, el villano Kingpin es un calvo millonario e inteligentísimo como Lex Luthor, el Hombre Cosa corresponde al avatar vegetal del planeta Tierra como bien sucede con la más conocida Cosa del Pantano de DC y los Vengadores son el equipo de superhéroes que reúne a los más poderosos del planeta, con diferentes formaciones según el paso de los años, tal como pasa con la Liga de la Justicia; por otro lado, tanto en Marvel como en DC hay un Capitán Marvel (si bien el origen de sus poderes y aspectos son completamente diferentes) y así podemos seguir con un largo etcétera (se obvian en este listado los nombres del Namor marvelita y Acuaman de DC, ambos gobernadores de la ciudad submarina de Atlantis, puesto que el primero data de los inicios de la llamada Edad de Oro, el año de 1939, siendo un personaje de Timely, la empresa que años después se transformaría en Marvel; de este modo Acuaman viene a ser la versión y/o copia de DC del primero).  No obstante pese a esta carrera competitiva entre la una y la otra, se debe reconocer que cuando despegó Marvel a principios de los sesenta, sus guiones y diseños de personajes lograron ser lejos mucho más convincentes que los de su predecesora.  Empero pese a todas estas similitudes que en muchos casos caen en el plagio más que en la inspiración, Marvel nunca tuvo un personaje de connotaciones tan extraordinarias como el mismísimo Superman (bueno, más bien como el Superman de la Edad de Plata, que tanto poder llegó a tener, por lo que en la práctica era un dios)…Todo esto hasta que llegó el Vigía (Sentry en inglés), quien se convirtió en la adaptación marvelita del primer y más grande superhéroe de la historia de los cómics.
    Entre los años 2000 y 2001 salieron los 5 números de la miniserie que lanzó al estrellato a un “nuevo” paladín de la justicia; y la palabra “nuevo” va destacada porque en un principio, según la información que se manejó de manera pública en aquellos años, era que este personaje correspondía a una historia del propio Stan Lee anterior a la creación de Los 4 Fantásticos y que por razones misteriosas no vio la luz hasta entonces (no obstante todo esto fue una estratagema publicitaria para potenciar al Vigía entre los medios y sus potenciales seguidores).  A su vez dentro de la misma ficción de esta premiada novela gráfica, según cuenta la historia su protagonista llevaba años de gloriosos enfrentamientos contra el mal y siendo además todo un líder entre sus colegas, hasta que por razones insospechadas el recuerdo de su paso por el mundo desapareció.  De este modo la serie limitada titulada simplemente como El Guardián, trata acerca de su regreso y que, como era de esperar, se encuentra lleno de misterios, sorpresas y nuevos entuertos (tanto para él como para el resto del mundo, una vez que se redescubre su existencia).
   
Paul Jenkins.
Escrita por Paul Jenkins y con los bellísimos dibujos neogóticos de Jae Lee, la trama de esta obra corresponde a una adulta puesta en escena del papel del superhéroe, la significancia que conllevan sus decisiones y su particular estilo de vida, como también del impacto que acarrea su presencia en la vida de los demás (entre el resto de los comunes mortales y sus propios compañeros de labor).  No obstante debe recordarse que en la realidad los hombres y mujeres con superpoderes no existen, pero sí los héroes como figuras importantes dentro de cada cultura; de tal modo su encarnación más moderna no viene a ser más que una extrapolación del propio virtuosismo humano, por lo que sus historias permiten abordar los grandes temas que siempre han preocupado a la humanidad: como lo es la soledad de los poderosos, la certeza de que el poder  corrompe y la búsqueda de la felicidad (por mencionar algunos y que bien podemos hallar en esta misma obra).
    Antes de referirse más al argumento y análisis de este título, es bueno abordar algo acerca de sus autores.  Sobre el guionista, Paul Jenkins, se puede contar que es uno de los tantos autores británicos que como Alan Moore, Neil Gaiman, Grant Morrison, Garth Ennis y Warren Ellis, entre otros, ha insuflado de innovadoras ideas al mercado del cómic estadounidense.  Entre sus trabajos destaca lo hecho para distintas colecciones de Spiderman, sus novelas gráficas sobre Hulk y en especial su labor en Wolverine: Origen, todo ello para Marvel.  No obstante su desempeño creando argumentos fabulosos y de gran peso dramático empezó en DC, para su línea adulta Vértigo y en nada menos que la colección de Hellblazer; en ella contó las aventuras y desventuras de su carismático protagonista hechicero John Constantine, donde llegó a firmar la más que elogiable suma de 40 cuadernillos para este cazador de demonios.  Si Jenkins se puede considerar sin duda un autor de peso, cuyos argumentos van lejos mucho más allá del típico enfrentamiento entre héroes y villanos, Jae Lee no se queda atrás.  Con una estética visual que lo hace estar entre los grandes del dibujo actual en el mundo de las historietas, junto con gente como Alex Ross, Lee Bermejo y J. G. Jones, destaca por su técnica preciosista y detallada, que escapa de la ilustración habitual para este tipo de arte; a sus personajes los retrata con rostros angulosos y cuerpos estilizados, como a su vez es habitual en él hacer mucho uso de las sombras para acentuar la belleza misma de sus trazos.   Este artista norteamericano de origen coreano ha realizado un montón de trabajos para varias editoriales, creando incluso dibujos para ediciones especiales de libros como Drácula y La Torre Oscura: El Viento en la Cerradura, la esperada novela 4.5 de la famosa saga de Stephen King (asimismo entre sus títulos que más notoriedad le han dado, se encuentra su paso por los primeros números de la adaptación a historieta de la mencionada serie de libros de King).  Con Paul Jenkins tuvo su primera colaboración en una obra sobre Los Inhumanos, uno de los tantos grupos de superhéroes de Marvel.
Jae Lee.

     Volviendo a El Vigía, en este texto se cuenta lo que sucede cuando Robert Reynolds  se entera una noche de que en realidad no es un sujeto normal (su nombre y apellido continúan la tradición clásica, de que la primera letra de ambas palabras sean la misma, como bien sucede con muchos personajes famosos del noveno arte).  Alcohólico reformado y con algo de sobrepeso, siente la presencia de que su némesis, El Vacío, está por volver a la Tierra y para ello no le queda otra alternativa que recuperar su antigua vida; sin embargo ello significa nada menos que arreglar uno que otro tema pendiente: entre lo que se encuentra averiguar quién fue el responsable de haber borrado su existencia de la cotidianeidad y de la memoria de todos, así como además conseguir el apoyo de otros superhéroes, aunque estos recelen de él, porque apenas saben quién es.
     Detalles atractivos de esta novela gráfica altamente recomendable, son, por ejemplo, que a medida que uno la va leyendo, se encuentra con varias viñetas que hacen referencia a la vida pasada de su protagonista, cuando era un justiciero reconocido y admirado por todos; en estos apartados se cambia la estética propia de Jae Lee por otras de estilo más antiguo, variando según sea el momento correspondiente y de este modo es posible encontrarse con distintas encarnaciones del superhéroe, como si se tratara de un recorrido por la evolución de sus cómics a través del tiempo. 
     Por otro lado, considerando que según la trama de esta obra el Vigía llevaba años trabajando por el bando de los buenos (digamos que desde la Edad de Plata de los cómics), como era habitual en los títulos de antaño, poseía un compañero juvenil en sus andanzas.  De este modo es posible verlo tanto en sus aventuras de antaño, como al momento de recuperar sus recuerdos y poderes el protagonista.  No obstante el destino de quien otrora fuese un aguerrido muchacho, al presente del despertar del Vigía, se le ve con un destino lamentable, aunque no definitivo. 
     También formando parte este superhéroe del universo Marvel, le toca codearse con los grandes de su panteón, entre los que se encuentran Hulk, los 4 Fantásticos, el Profesor X, Spiderman, Thor, Capitán América y Iron Man (¿Se me escapa alguno?); es así que teniendo en cuenta la magnitud de los poderes del Vigía y la importancia que había llegado a tener para cuando fue su última lucha con el Vacío, en este cómic se puede apreciar su rol destacado entre los demás superhéroes, llegando incluso a ser un verdadero confidente para nada menos que Hulk y el mejor amigo de Mr. Fantástico. 
El Vigía en una de sus versiones "retro"
     Entre todas las características que reúne el Vigía, las cuales atienden en parte a un claro homenaje a los cómics del ayer, siendo en todo caso una adulta puesta en escena sobre sus demás personajes, es posible encontrar otros elementos suyos sacados de la más añeja tradición superheroica: Entre ellos está el hecho de que no solo posee numerosas habilidades como la de volar y de fuerza divina, sino que también se le representa como un hombre de inteligencia superior y de ciencias.  Como Batman, Superman y los 4 Fantásticos, tiene su propia guarida y que en su caso corresponde a una ciclópea torre con una inteligencia artificial.  Además sus poderes derivan de un suero, un intento más para tratar de copiar la fórmula secreta que dio creación al Capitán América.  Lo interesante respecto a este último punto, es que al tratarse de una historieta más bien dirigida a un público mayor (si bien seguidor acérrimo marvelita), en el argumento se plantea su necesidad de esta sustancia, como una verdadera dependencia propia de los drogadictos y alcohólicos; es por esta misma razón que cuando comienza su trama, se le presenta como a un tipo que acaba de pasar por una crisis  y alguien hasta cierto punto patético.  Por ende la obra presenta al superhéroe de forma humanizada, quien dentro de toda su notoriedad no deja de poseer debilidades reales, que no son la kryptonita, la madera, ni el color amarillo, si no que se trata de sus propios miedos internos y que a la larga en su propia lucha espiritual lo dignifican, por su capacidad para salir victorioso de entre los escombros de su vida (lo que bien puede suceder con nosotros mismos).
     Por último, en el nombre de este particular superhéroe se haya la significancia y el gran alcance de su simbolismo: el Vigía, o sea, el que vigila.  Por lo tanto su papel como guardián del bien e incluso de líder entre sus pares, no puede quedar mejor declarado gracias a tan potente designación.  Y si de carga semántica se trata, el nombre que ostenta su mayor enemigo, el Vacío (quien se presenta como una oscuridad antropomorfizada), hace alusión a todo lo que implica la carencia de vida, a la destrucción y a la negación de un porvenir; es por esta misma razón que al comienzo de la novela gráfica y durante buena parte de ella, la memoria del Vigía se haya negada a este mismo y a los demás, motivo por el cual luego la recuperación de la identidad y de los recuerdos, se convierte en una lucha mítica contra este mal que viene a ser el malvado de turno.  En un mundo como el, donde se han erradicado tantas enfermedades y se han logrado contrarrestar numerosos males físicos gracias a la medicina y los avances tecnológicos, el Alzheimer se mantiene como uno de las mayores preocupaciones y fuentes de dolor para millones de personas; es así que esta enfermedad que borra todo rastro de la historia personal de quienes la sufren, incluyendo su personalidad y lugar entre quienes los rodean, se encarna en el mismo Vacío y del cual debe encargarse el Vigía, quien también ha sufrido en su persona la maldición del olvido.
     El Vigía termina dejando a su lector con ganas de más y es así que existe otra miniserie sobre tan magnifico individuo; ella de igual modo escrita por Jenkins, aunque esta vez ilustrada por John Romita Jr., otro artista de renombre, aunque de pinceles más bien toscos.  Luego de su paso por estas historias salidas de su cocreador, se le incorporó a las filas de Los Nuevos Vengadores, donde se le vio con el pelo largo.  Además ha tenido un destacado protagonismo en varias sagas Marvel.
    Y para terminar, no se le debe confundir con otros 3 personajes de Marvel que han recibido el mismo nombre, aunque de naturaleza por completo diferentes.  A su vez volviendo a la “eterna” copia de ideas entre una compañía y otra, pese a lo extraordinaria que puede llegar a ser esta miniserie, parte de su premisa principal no es 100% original; ya que mucho antes de ser escrito y dibujado El Vigía, apareció una historia de la Liga de la Justicia donde se refería a otro superhéroe olvidado y que según contaba la trama, fue el verdadero forjador de esta agrupación…hasta que fue borrado de la existencia ¿Copia descarada o es que simplemente las ideas se encuentran flotando por ahí, a la espera de que alguien las atrape en un momento de inspiración? 

Una de las preciosas portadas de Jae Lee para esta miniserie.
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